Arjuna el “Guerrero
Espiritual”, se debate en la duda, al contemplar el campo de batalla cubierto
con sus familiares, amigos, compañeros y maestros de armas, formados en dos ejércitos
listos para entrar en batalla. La victoria significa la consecución de un
reino, en el cual no estará la mitad de su vida.
Hay una
historia budista, corta y simple, al leer la cual, nos llevará a debatirnos en
la duda. Probablemente pensando en lo que nos gustaría hacer y lo que haremos,
casi con seguridad, echando de menos la compañía y consejos de Krishna.
La historia
simple y breve es la siguiente:
“LA SOLIDARIDAD.- Dos personas estaban perdidas en el
desierto. Estaban muriendo de hambre y de sed. Finalmente, llegaron hasta una
alta pared.
Del otro lado podían oír el sonido de una cascada y pájaros cantando. En lo alto, podían ver las ramas de un abundante árbol que se extendía sobre la parte superior del muro. Su fruta parecía deliciosa. Uno de ellos se las arregló para trepar por la pared y desaparece por el otro lado. El otro, en cambio, volvió al desierto para ayudar a otros viajeros perdidos a encontrar su camino al oasis”.
Del otro lado podían oír el sonido de una cascada y pájaros cantando. En lo alto, podían ver las ramas de un abundante árbol que se extendía sobre la parte superior del muro. Su fruta parecía deliciosa. Uno de ellos se las arregló para trepar por la pared y desaparece por el otro lado. El otro, en cambio, volvió al desierto para ayudar a otros viajeros perdidos a encontrar su camino al oasis”.
Es natural
que nuestra alma, el amor de nuestro corazón, nuestros deseos espirituales nos
lleven hacia volver al desierto para ayudar a todas las personas perdidas,
dedicarnos a que los demás crucen a la otra orilla, donde la felicidad y la
abundancia, permita que la humanidad viva en el Nirvana.
Quién desearía
comportarse con egoísmo, con el sentimiento de salvarse él mismos sin pensar en
los demás. Probablemente diríamos que es la naturaleza humana, con lo que cometeríamos
un error, pues la Humanidad está fuera del egoísmo. En todo caso sería la
sociedad que hemos creado, la de la gente, la de que: “más vale pájaro en mano
que ciento volando”, en la que la religión son cosas para engañarnos, para
mantenernos en la ignorancia y que no hay más cielo que el que tú consigas aquí.
Así que hay que coger lo que se pueda y sacar lo máximo y vivir lo mejor
posible.
El cuento,
como todos los cuentos con moraleja, como todos los cuentos de las filosofías
antiguas, tiene muchos niveles de entendimiento, muchas cosas que aprender, y
es nuestra libertad, leerlos hasta sacarles el máximo de conocimiento.
En esta
pequeña historia, de dos personas perdidas, están las vidas del “Guerrero
Espiritual” y la del Bodhisatva, sus caminos. Son los caminos del Yin y el
Yang, los dos necesarios para la existencia del Todo.
Es la Gran
Duda del Budismo, ¿puede nacer lo nuevo, sin la transformación de lo viejo?, el
guerrero tiene que ser la
herramienta de destruir lo viejo, sin mirar atrás, sin pensar en recompensas,
sin saber que está creando lo nuevo, sin tan siquiera luchar, menos aún pelear
contra algo, que le llevaría al aceptar lo demás, entrar en la discriminación
del ego, en pensar que algo puede ser destruido o creado. Solamente subiendo el
muro, solamente estando en la abundancia, el desierto puede cubrirse de
manjares para todos. Pero el Guerrero Espiritual, no puede saber o pensar en
otros, en abundancia o desierto, en hambre o hartazgo, en Nirvana o sufrimiento.
Él simplemente es la realización de lo que la Vida Es en el Ahora, en un ahora
que nosotros percibimos en el tiempo, en la dualidad, que es donde no existe el
Guerrero Espiritual.
El Bodhisatva vuelve al desierto, no
para entregarse y recibir una recompensa mayor, o para la salvación de algo. El
Bodhisatva ha entrado en el “No retorno”, ha penetrado en la trascendencia de
la dualidad, sabe que el muro, el árbol, la cascada, los pájaros son un
espejismo, al igual que lo ha sido el desierto, la sed y el hambre. El Bodhisatva
ha entendido que no hay una Naturaleza de Ego en las cosas o las personas,
incluso la ha penetrado. No hay alguien que esté hambriento, o sediento, no hay
un desierto opuesto a vergel. No puede salvar a algo inexistente, ni llevarlo a
la otra orilla, incluso él no puede salvarse, porque no hay nada que salvar.
Cuando ambos han entrado en la Gran
Duda, su camino, su hacer, su ser, es subir el muro y pasar sin mirar atrás, el
otro quedándose en el desierto, salvando a todos, porque es su salvación. Ambos
han comprendido que no hay otro lugar a donde ir, nada que salvar, pero en su
Seidad uno es el Guerrero Espiritual, el otro el Bodhisatva.
No hay desierto que abandonar, ni
Nirvana que alcanzar, no hay salvación, pero no podemos evitar que Buda, sea
desierto y Vergel, la Gran Duda es: “¿Soy Buda?”. “¿Soy
el Camino, que incluye ambas orillas?”, “¿Soy Todo?”.
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