No pretendo molestaros

Al parecer, algunas personas se sienten ofendidas porque no las agrego a mi foro. No tengo, ni pertenezco a ninguno, simplemente escribo y lo publico en abierto, para que libremente pueda ser leído o comentado por las personas que lo deseen. Suelo comentar las páginas que me lo permiten y les parezca bien, de las personas que me añaden a su foro. Suele ser lo que siento al ver lo que han publicado, intentando dar una visión diferente, desde la que ha sido escrito. Lo que os agradezco.

Si tenéis que pagar para entrar en la página, no es la original. Como digo a la derecha es Gratuita y sin publicidad.
Yui Shin

sábado, 8 de julio de 2017

YO LA VIDA

          Miraba ayer en “Ensayos de Budismo Zen”, de D.T. Suzuki, cuando encontré en el Prólogo unas frases de “La Vida del Hombre” de Andreyev, según dice D.T, que no he leído: "Maldigo todo lo que me diste. Maldigo el día en que nací. Maldigo el día en que moriré. Maldigo toda mi vida. ¡Hado insensible, te lo arrojo todo de vuelta a tu rostro cruel!, ¡Maldito seas, maldito seas eternamente! Con mis maldiciones te conquisto. ¿Qué más puedes hacerme?... Con mi último pensamiento gritaré en tus orejas de asno: ¡Maldito seas, maldito seas!".
No lo leeré antes de escribir acerca de estas palabras, llenas de la frustración de ver fracasadas todas nuestras expectativas, nuestras ilusiones, nuestras esperanzas, hundidos por el fracaso de no ver realizadas nuestras responsabilidades y mirar a Dios o la Vida como único responsable de nuestro destino, de nuestro hacer, de lo que somos y tenemos alrededor.
          Ausentes de responsabilidad, nos sentimos tan enfadados con nosotros, que ni tan siquiera somos capaces de percibir la Vida que necesitamos para manifestar ese odio, esa frustración hacia lo externo, hacia los demás, hacia las deidades que hemos creado para hacer culpables de nuestra ignorancia, desidia y falta de esfuerzo, no por conseguir nuestras ambiciones, sino por ser los creadores de la Vida, del Universo en el que estamos inmersos.
          Nacemos indefensos, protegidos por la Vida y por las deidades universales, nuestros padres y cuanta Vida nos rodea, que nos causa temor y peligro, para que podamos crecer, al mismo tiempo que nos protege. Crecemos llenos de confianza, de inseguridad en nosotros mismos, hasta el punto de que es el “Hágase tu voluntad” o el “Sí a todo”, a nuestros padres, a los dioses y a la Vida, nuestra actitud.
          Hasta que comemos la manzana, salimos solos por primera vez y nos llenamos de ego, decidiendo que somos los dueños de nuestras vidas, que no tenemos por qué dar explicaciones, que no debemos nada a nadie, que no existe más voluntad que la nuestra. Vemos mal todo lo que se ha hecho, todo lo que se hace, todo lo que se piensa, encomendándonos a nuestro único dios: “La prepotencia”.
          Poco a poco rodeados de nuestra creación, de nuestros hechos, de nuestros pensamientos y sentimientos sembrados alrededor, negamos cuantas veces sean necesarias a la Vida, cual Pedro que ve que es Jesús el que ha hecho los pecados por los que va a ser condenado y él es simplemente un espectador de la Vida, que no ha hecho, no sabe, no conoce y no es responsable de nada que esté equivocado.
          Es entonces cuando negamos lo más Sagrado que existe: “Lo que somos, a nosotros mismos, la Vida”, todo nuestro sentimiento de culpabilidad, nos surge lleno de amargura, denostando, maldiciendo, culpando a todo lo que nos ha protegido, guiado y ayudado a estar a nuestro lugar eterno: “Donde estamos”.
          Surgiendo de nuestra frustración y sentimiento inútil de culpabilidad, esas palabras que nos preparan para pedir perdón, para abrir nuestros corazones a los demás, para aceptar que ese yo que nos ha llenado, ha sido simplemente la cárcel previa a poder ser libres y responsables de cuanto permite que seamos lo que somos, que estemos ocupando el espacio necesario para serlo, que nos ha permitido nacer como creadores de lo que somos: “La Vida, Dios, nuestros padres, la sociedad, nuestro cuerpo. ¡Hay tanto por lo que ser responsable y vivir existiendo en la gratitud!”: "Maldigo todo lo que me diste. Maldigo el día en que nací. Maldigo el día en que moriré. Maldigo toda mi vida. ¡Hado insensible, te lo arrojo todo de vuelta a tu rostro cruel!, ¡Maldito seas, maldito seas eternamente! Con mis maldiciones te conquisto. ¿Qué más puedes hacerme?... Con mi último pensamiento gritaré en tus orejas de asno: ¡Maldito seas, maldito seas!".


No hay comentarios:

Publicar un comentario