Vino ayer
tarde una persona que sufre dolores desde hace tiempo, los médicos la han
diagnosticado y me lo estuvo leyendo, al no entender de esas cosas, una vez
concluida la lectura, le comuniqué mi preocupación por su estado: ¿Si estaría
viva para poder pagarme, o estaría perdiendo el tiempo tratando a una persona
que podía estar muerta?.
Finalmente
le di el masaje, hablándome de su incredulidad, se cuidaba, haciendo yoga,
comiendo bien, no se estresaba demasiado, procuraba tomarse las cosas lo mejor
posible. El resultado es que se acuesta bien y se levanta con contracturas o
dolores. Nadie se lo ha podido explicar y ella tampoco puede comprenderlo.
Como no
suelo permitir que me cuenten todas las cosas que se hacen bien, pues no puedo
dedicar mi vida a resolver otras vidas, viviéndolas yo. Cuando había comenzado
a decir que no tenía estrés, que hacía las cosas y vivía como estaba diciendo
yo, simplemente como tantas veces y a tantas personas, corté su conversación y
pregunté, si conocía el viejo dicho de: “Quien se acuesta con niños,
cagado se levanta”.
Se quedó
un poco sorprendida de que hiciese una pregunta tan ruda, sin permitir que me
contase la imposibilidad de que tuviese los problemas que tiene.
Podemos dormir
solos, podemos mirar en la cama, podemos tener alergia a los niños, podemos
haber hecho todas las comprobaciones, tomado todas las medidas, dormido con los
ojos entreabiertos, pero si nos levantamos cagados, no podemos albergar ninguna
duda de que el niño ha dormido con nosotros.
No es el
error de las personas que han venido a contarme sus problemas, pensando que soy
un curandero y dándoles un masaje en los pies, podría conseguir que el niño
tuviese mierda invisible o autolimpiante. Pero la realidad es que si te
levantas cagado, o te conviertes en mierda o tienes que buscar la manera de limpiarte, al menos, si no eres capaz de que el niño duerma en su cama.
Mirando nuestras
vidas, nuestra sociedad, seguimos negando la existencia o que conozcamos ningún
niño, pero nuestra existencia se sumerge en la mierda, a pesar de nuestra
negación a reconocer o no querer ver los porqués.
Al final
hay que cambiar lo único que podemos cambiar, que es nosotros mismos. Si no
podemos: amar al niño y a nosotros, ponerle unos pañales o ducharnos antes de
levantarnos, perdonar los excesos del niño, o usar como buen abono lo que
nos regala para enriquecer nuestras vidas, tenemos que cambiar nosotros.
Cerrar nuestra
mente, al origen de las consecuencias de nuestras acciones, confiando en que
alguien vendrá que arreglará nuestro desaguisado, bien sea en forma de médico,
cura, curandero, maestro o profesor de alguna técnica de cambiar lo que somos por
arte de magia y sin esfuerzo, no es el tipo de medicina que yo he practicado
con la reflexología.
Basta que
cambiemos nosotros, para que el Universo y la Vida sean vistas diferentes. Diferente
no quiere decir que nos guste más o que sea mejor en nuestra consideración,
porque puede ser que empeore. Para que la veamos mejor hay que cambiar y
esforzarse hasta que conseguimos, el verlas cómo queremos.
Otra solución
es aceptar lo que hay y ser feliz con ello.
Os lo había
dicho, no tengo ni idea de medicina.
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