En enero
de 2015, no recuerdo el porqué pensé acerca de esa vida que soñamos, viviendo
en el cielo junto a Dios, siendo nosotros, conservando un yo que sería puro,
que conservaría nuestra identidad, nuestra personalidad.
¿Cuál podría
ser la Eternidad de un yo, que tendría que estar unido al Todo, siendo algo
diferente?. Es el sueño del Paraíso, ese lugar donde seremos iguales a Dios, sin
muerte, sin tiempo, sin cambio en la impermanencia.
Lo
siguiente es lo que se escribió.
Estaba
meditando un día, cuando me pasé a ver el Paraíso, quedé estupefacto por su
belleza, así que fui a ver a Dios y le pregunté: “¿Cómo se te ocurrió, crear ese muermo y poner allí a los pobres y futuros
Primeros Padres?”. Por primera vez había
entendido lo de hacerle caso a la serpiente y comerse la manzana.
En su
perfección, en el Paraíso no existían: La
muerte, el tiempo, ni la dualidad al no existir su principio. ¿Cómo podría
haber dualidad sin tiempo, ni muerte?
Al no
haber tiempo, todo existía en el Ahora, pero uno muy peculiar como veremos. Al
no haber muerte todo existía eternamente, pero también, como se existe donde no
hay muerte.
Nada más
entrar, te quedas extasiado de las altas montañas con sus picos nevados, sus
inmensos ríos llenos de agua, sus océanos, sus bellos animales y aves, sus
plantas y árboles floridos, llenos de frutos apetecibles, y en Él, los
afortunados Adán y Eva como únicos humanos.
Los frutos
no tienen semilla porque nunca serán comidos, las plantas que hay nunca
morirán, con lo que es innecesario que nazcan otras. El fruto siempre será
fruto, sin haber sido flor; la flor conservará su lozanía y sus pétalos, pero
nunca será fruto, por lo que su olor, su aroma es innecesario, pues quién lo
olerá si no existe el tiempo.
Entre ellos
Adán y Eva, niños, jóvenes, adultos y ancianos, ocupando inmóviles la posición
de cada una de sus etapas, de cada uno de sus eternos momentos. Sin nada que
decir, sin conocer a Dios, sin saber quién era el otro, sin saber tan siquiera,
quienes eran ellos mismos.
Todo era
perfecto, eterno, al no existir la muerte o el tiempo, Dios los creó en la
Eternidad, con todas las situaciones que podrían vivir, situándolos en cada
ahora en la posición y circunstancias que crearían. No sentían deseos, por lo
que no necesitaban expresarse o tener que hablar, existían en un ahora sin
tiempo, por lo que al igual que las aguas del río, carecían de movimiento. Sin
muerte, existiendo solamente en la eternidad, los copos de nieve nunca serían
agua, los que caían de la nube, nunca llegarían a posarse en la montaña, y la
montaña nunca sabría del mar, a pesar de estar unida a él por el río, puesto
que ninguna gota de agua del mar sería nunca lluvia.
Que para
que el mar conociera la montaña, las flores se transformaran en frutos, ellos
pudieran vivir su vida, y crear nueva vida, tendrían que aceptar también la
dualidad de la vida, llamada muerte. Para que decidieran sabiendo lo que tenían
que aceptar, les dio una nueva eternidad en el Edén, experimentaron el tiempo,
la decadencia y la transformación en una nueva expresión de vida, atravesando
por su hermana la muerte.
Estamos
aquí, en el lugar que elegimos, porque es donde podemos crear nuestro Paraíso.
Deseamos que todo sea diferente, vivir en un lugar sin tiempo, muerte o
decadencia, donde seriamos Felicidad, por la inexistencia de la infelicidad,
pero esa Felicidad nos impediría ser felices, al igual que sin muerte no
nacería nada, y sin tiempo, ¿Cómo podríamos
unir los infinitos ahora, de un Ahora Eterno?
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