No pretendo molestaros

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Yui Shin

martes, 31 de octubre de 2017

AL ABRIR LA MANO

          Decía mi Maestro a menudo: ““手放します”Tebanasu”  (dejar ir), en lugar del “Shimasu” (Hacer), solía enseñarnos la mano extendida.
          Cuando “dejamos ir con la mano extendida”, es la actitud más representativa del budismo, en ella se encierra la gran filosofía Zen, “Vive con la mano extendida”.
          Aparentemente, no parece una gran enseñanza, porque dejar ir, podría llevarnos a entender la Vida como indiferencia, el no importarnos nada, el vivir sin ilusión. Pero es esta actitud de la mano extendida, la que percibió Buda en Makakasho, al contemplar la flor en Su mano. Es la actitud que el Buda conserva con Todo, es la que la Vida Es con todo cuanto se manifiesta.
          Origen de la felicidad, de la libertad, de ser estrictamente lo que hay en ella, en absoluta libertad de venir, de quedarse, de irse, porque la mano permanece abierta independientemente de las circunstancias.
          Abrir la mano, es la extinción del sufrimiento, el encuentro de nuestro Ser, el despertar del Buda que nosotros vivimos, para que viva Él.
          ¿Qué presión podemos sufrir, si todo circula libremente?, ¿Qué habrá en nuestras vidas, sino lo que la Vida nos muestra en libertad?, ¿Qué pasado puede apesadumbrarnos si el tiempo que existe, es el que la Vida posa en nuestra mano abierta?, ¿Qué permanecerá innecesariamente en nuestra vida haciéndonos sufrir, si puede irse en libertad?, ¿Qué deseo podemos tener, si incluso la mano es libre para que el ir y venir de la Vida, no nos afecte?.
          La mano extendida de Buda sostuvo una flor que hizo sonreír a Mahakasyapa, lo que le llevó a ser el heredero de la enseñanza de Buda. Podríamos asegurar que: "No fue la sonrisa, que Makakasho no llegó a ver la flor, que no pudo recibir ninguna herencia".
          Mahakasyapa vio la libertad de la mano, percibió que esta libertad solamente era no cerrarse y atrapar lo que la Vida deposita en ella, nunca hubo la mencionada flor en la mano, sino que estuvo en la flor, fue la mano la que se hizo flor, porque aceptó ser lo que la Vida había depositado en ella.
          Pero todavía no había sonrisa, porque la aceptación por sí misma, no es suficiente para una libertad plena. Siempre podremos usar la otra mano para retirar lo que hay en ella, o para guardarlo, en otro sitio. Es en otro koan, donde podemos ver cuál es la mano extendida: “Cuál es el sonido de una sola mano al aplaudir”, cuando el sonido de la mano es lo que hay depositado en ella, lo que viene, lo que se va, lo que se ha ido, porque siendo Silencio su verdadero sonido, en Ella existen todos los sonidos, Todo.
          Es, en la Inexistencia de la mano que soporta Todo, donde el ingrediente que falta es “la Entrega”, porque es la entrega siendo lo que hay en Ella, lo que hace que la mano abierta pueda Ser Todo, siendo Nada. 
          Cuando mi Maestro mostraba su mano extendida, diciendo: “Tebanasu”, no mostraba la aceptación de la despreocupación, tampoco la entrega de la preocupación. Lo que nos transmitía era: “Todo está bien como es, todo es perfecto, simplemente ocúpate de verlo, de serlo”, porque es entonces cuando el Buda que siempre vive en nosotros puede sonreír viéndonos despertar. No es la flor, no es la sonrisa, no nos transmiten nada, es: “La Mano Extendida la que al despertar, diluye la ignorancia que encierra al Buda que somos”.
          Como dice el escrito: “Subete yoshi” (すべて よし), “Todo bien, todo es perfecto como es, la mano extendida solamente soporta la perfección, al hacer perfecto desde su aceptación y entrega, cuanto la Vida manifiesta en Ella”.


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