Buddha dijo una vez: “Si dicen que perecí, no son discípulos que
pertenecen a mi clan. Si dicen que no perecí, tampoco son discípulos de mi
clan. Si dicen que entrambos “que perecí y no perecí”, ustedes todos no son
discípulos de mi clan”.
Nuestro
deambular por la Tierra, por la Vida, nos ha dejado una cosa segura o ¿No lo
será tanto?, y es que hemos visto morir a nuestros padres, nuestros amigos,
nuestras tribus, a civilizaciones, cada amanecer, cada atardecer, cada ahora
que hemos querido retener, todo arrancado por esa muerte que nos aterroriza y
vemos que implacablemente viene a llevarse nuestras vidas.
Hemos:
relatado, escrito y filmado, acerca de la desaparición de la muerte y hemos
creado religiones que nos ofrecen vidas eternas, algo que nunca ha podido
mitigar nuestra preocupación, nuestro miedo, nuestro terror a ese encuentro
inevitable. Recuerdo, que en la película cuando la muerte deja de hacer su
función en la Vida: los enfermos, lo viejo, lo inútil, al no ser abrazado por
la muerte, impide que nazcan los niños y otras vidas que esperamos para alegrar
las nuestras. Pero la inacción, el abandono de su responsabilidad en la Vida de
la muerte, no permitiría mucho más, porque al no haber muerte: “Cómo podría
nacer el amanecer sin la muerte de la noche, cómo llegaríamos al ahora sin la
desaparición del pasado, que futuro tendríamos si nuestro presente, nuestro
ahora no puede morir”.
No
solamente Buda, muchos Maestros antes y después que Él, han dedicado sus vidas
a encontrar la naturaleza de la muerte, su por qué, el cómo es posible que
exista el Buda de la Muerte, siendo Vida.
“No hay nacimiento y muerte en la Iluminación, nacimiento y muerte son Iluminación”. (Kassan Zen'e).
“No hay nacimiento y muerte en la Iluminación, nacimiento y muerte son Iluminación”. (Kassan Zen'e).
“Cuando no hay Iluminación en el nacimiento
y la muerte, no hay ignorancia acerca de ellos”. (Jozan Shin'ei).
De una
manera u otra, todos nuestros esfuerzos por vivir se han realizado movidos por
el miedo, el terror a la muerte. Es precisamente nuestra forma de ver la muerte,
de percibirla, de juzgarla, de relacionarnos con ella, lo que nunca nos ha
permitido vivir. Nuestra búsqueda de una vida eterna, de un no morir, nos ha
llevado a entregar nuestras vidas a un futuro desconocido, incierto de unas
religiones creadas por nosotros, reguladas y escritas por nosotros, intentando
encontrar algo que nos premiase nada menos que con evitar la muerte. Pero para
ello el precio es el de nuestras vidas.
Hemos
creado dioses que son los dueños de nuestras vidas, hemos entregado nuestra
alma al diablo intentando que la muerte nos olvidase y permitiese vivir, la
otra opción es la de vender nuestra alma a dios, para que nos proteja de la
muerte.
Los
grandes Maestros de la antigüedad nunca fueron al cine. Nosotros sí, hemos
visto cómo el incremento de fotogramas por segundo ha hecho, que lo que vemos
nos dé una sensación de continuidad, pero la realidad es que un fotograma muere
antes de que nazca el otro, que su exposición es seguida de un espacio vacío,
hasta el nacimiento de otro nuevo. Podríamos elevar su velocidad, hasta que la
diferencia entre un fotograma y otro fuese simplemente la de un electrón, de un
fotón, de un solo punto de la pantalla, lo que haría imperceptible el cambio.
Esto, no
evitaría la alternancia, el biorritmo entre la Vida y la Muerte, origen de la
búsqueda de Buda, de los Maestros, porque toda nuestra infelicidad, nuestro
sufrimiento en última instancia, nace de nuestro miedo, nuestra no aceptación,
nuestra ignorancia de la realidad de la Muerte, de la realidad de la Vida.
Todos
sabemos, conocemos, hemos estudiado de una manera u otra la dualidad, el Yin y
el Yang, su inseparabilidad siendo las dos mitades de un Todo, pero la realidad
es que ambas son el mismo Todo, no en sus mitades, sino en su Absolutez.
Nuestra
percepción, siempre es desde lo finito, desde la separación, cuando Buda
encuentra la Verdad, la Iluminación no es una verdad con su opuesto, no es una
Iluminación de algo, que siempre crearía sombras, penumbras, niveles de
iluminación y contrastes incluso en un Todo. Es que toda la película es, un
solo fotograma, con la sala de proyección, la cámara, los espectadores, Todo
incluido. En ella, están los espacios, el cambio de un fotograma a otro, porque
no muere algo para que nazca algo nuevo, todo está eternamente muerto para
mostrar una Vida Eterna, sin cambio. Todo está naciendo y muriendo en la
Eternidad, lo que nace es en la Eternidad, lo que muere es en la Eternidad,
porque la Vida y la Muerte no existen separadas, son solamente una, en la que
siendo VIDA no existe la Muerte, porque la muerte es necesaria para que podamos
vivir, para que podamos percibir la Vida, para que sepamos lo que perdemos,
cuando no aceptamos como nosotros, lo que es nuestra propia Vida.
Porque
para ver amanecer tiene que morir la noche, porque para vivir un nuevo día nos
dormimos y despertamos a él, porque si no abandonamos el pasado no podremos ser
nuestro ahora, porque siendo nuestros padres ellos mueren para que podamos
nacer, ocupar su sitio. Pero es lo que sucede cuando queremos vivir, percibir
nuestras vidas, sentir nuestros amores, amar, porque es el verbo, la acción lo
que crea los opuestos, la dualidad, el Yin y el Yang.
“De esta manera, Oh Sariputra, en el Vacío no hay …. Envejecimiento
ni muerte, o su extinción. No hay sufrimiento, ni su creación o su destrucción,
….. (Sutra del Corazón).
Como
decía Dogen Zenji: “La vida y la muerte son asunto de suprema
importancia. El tiempo pasa rápidamente y la oportunidad se
pierde. Cada uno de nosotros debe esforzarse por despertar a la Verdad.
Despierta! Ve por ello! No desperdicies tu vida!.
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