En charlas y coloquios en la radio, cuando me presentaba Federico, siempre
decía que: “Como siempre, nos hablará de la Vida”, probablemente, la vida de la que hablaba no era la misma
de la que yo creía hablar y estuviese escrita con minúscula, pero nunca he
podido encontrar otra cosa de la que poder hablar, tanto personalmente, como en
lo que escucho o leo de los demás.
En
las terapias, mi imagen de la Vida para que las personas que venían tuviesen
una visión mejor de sus problemas, ha sido principalmente la alimentación. La alimentación de: la
vista, el oído, las células, la mente, las emociones y sentimientos, el cuerpo
y nuestro ser. Generalmente y como
simplificación, siempre he separado la alimentación de cada parte, de cada
aspecto, de nuestro ser único.
Lo
que sabemos sobre alimentación o al menos lo que más nos influye, proviene de
una frase antigua, de la que nunca he leído el contexto en el que se incluye,
las palabras y frase que es atribuida a Hipócrates y según leo, podría ser de
Ludwig Feuerbach: “Somos lo que
comemos”. Al igual que en otras
frases, nos hemos quedado en la letra, en el entendimiento de las palabras
escritas, sin investigar desde la Gran Duda.
Por ello hemos analizado: proteínas, vitaminas, carbohidratos, fibra, y sus
orígenes, para saber lo que somos o en lo que nos convertirá lo que estamos
comiendo. Basamos nuestra alimentación en dietas, en las que lo importante son
los resultados. Hemos cometido el mismo error de confundir: a Dios
con sus definiciones o la Creación o la Vida con su manifestación. Hemos
confundido los alimentos con lo que nos alimenta.
Negar o afirmar la importancia de los componentes de los alimentos en nuestra
nutrición, nos llevaría al dilema de Joshu al ser preguntado por: “La Naturaleza búdica del perro”,
ninguna respuesta puede satisfacer el hambre de la pregunta.
Pero al cuerpo le alimenta lo que pensamos, lo que sentimos, lo que vemos, el
entorno, las circunstancias. A la mente y el corazón les nutre el estado del
cuerpo y su alimentación. El alma se nutre con los otros aspectos de nuestro
ser y los alimenta. De dónde se alimentaría el Espíritu, si las diferentes
manifestaciones o partes integrantes de nuestro Ser no estuviesen alimentadas.
Seguimos todavía pensado, que somos lo que comemos, pero en realidad, comemos
lo que somos: Vida. Cómo separar una vida de
la otra, ¿por qué vemos el alimento en lo que percibimos?, sin percibir lo que
realmente nos alimenta.
¿Podríamos llegar
a ser una zanahoria, si las comemos como único alimento?, confundimos, lo que percibimos con lo que algo es.
Ingerimos el alimento, pero lo que realmente nos ha alimentado es lo que hemos
asimilado, lo que se ha transformado en lo que somos, en nosotros. Estando
obligados a expulsar lo que no, que nos dice lo que realmente somos: lo
que no cagamos, meamos, sudamos, o de alguna manera es entregado como alimento
para otras manifestaciones de la Vida.
Nuestra individualidad, es una manifestación de la Vida. Cuanto nos rodea es
manifestación de esa misma y única Vida. Siendo única, no puede nutrirse, ni
alimentarse, ni encontrar alimentos, por ello se alimenta de sí misma al no
existir realmente algo que no sea Ella.
Al ser Vida, es lo que somos, es lo que no podemos percibir, es lo que no
podemos percibir en los alimentos, es lo que más que nutrir, manifiesta de otra
manera lo que somos.
Pero debemos recordar siempre, que lo que nos nutre es lo que somos, no lo que
retenemos, lo que guardamos sin necesitarlo, porque eso es lo que realmente nos
envenena, lo innecesario, lo que no cagamos, meamos o retenemos
innecesariamente.
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