Publicaba
Norma una de esas frases simples, entendidas, amadas, repetidas por todos y a
las que no le es ofrecido el intento de encontrar nada más en su fondo, en su
espíritu que nos dice los errores por los que sufrimos. Viene con una imagen
del principito, de donde no me extrañaría que se extrajese, es la de:
“Es una locura odiar a
todas las rosas porque una te pinchó.
Renunciar a todos tus sueños solo porque uno de ellos no se cumplió”.
Renunciar a todos tus sueños solo porque uno de ellos no se cumplió”.
La leemos
y seguimos sufriendo en nuestras vidas, olvidados que la rosa nos pinchó al
olerla, al querer cortarla o al querer cuidarla para que fuese nuestro cuidado
el que le diese la vida, en lugar de su ser rosa, sin deseos de permanencia,
sin deseos de partir, sin saber que era una rosa o que algo fuera la estaba mirando.
Que nunca
nos habría pinchado si sabiendo lo que era, lo hubiésemos aceptado.
No es la
Vida la que nos hace sufrir, sino la comparación de lo que deseamos o lo que
pensamos que es, con lo que hay, con lo que está sucediendo.
Hemos querido
que la rosa fuese de una manera, podando, atándola, moviéndola y nos pinchamos.
La hemos
estado regando, percibido su perfume y al acercarnos para ver el resultado de
nuestro cuidado, percibir más intensamente su perfume conseguido con nuestros
cuidados, cuando nos hemos pinchado.
Nunca ha
pinchado una rosa en el rosal, cuando se respeta su lugar, su espacio, su
libertad, es cuando lo invadimos, cuando, no la rosa sino nosotros los que nos
pinchamos, al golpearle las espinas que crecen en un tallo que la rosa no sabe
que es suyo.
Todos
soñamos y nos esforzamos, en mantener nuestros sueños a lo largo de nuestras
vidas, que de alguna manera siempre sobra el nuestro o el nuestra.
Pero por
otro lado nos esforzamos en que se hagan realidad, que es el origen del sufrimiento,
pues es el hacerlo realidad lo que mata y destruye el sueño.
Todo sueño
que no hacemos realidad, puede proporcionarnos felicidad de soñar con él, por
toda la eternidad.
Hacerlo
realidad, impide que pueda ser un sueño, por lo que es necesario crear otro
nuevo, que vivirá mientras no se haga realidad.
Es el
mirar equivocadamente, lo que nos lleva a que al no verlo convertido en realidad,
nos defraude el sueño, que sigue intacto, tal como lo hemos soñado a lo largo
de nuestra vida proporcionándonos felicidad.
O que al
verlo realizado, nos sintamos vacíos y defraudados, bien por el resultado o al
ver que hemos dejado de soñar.
El sueño,
nunca puede ser igual que la realidad. La realidad es diferente al sueño, unas
veces mejor y otras peor, pero no igual, pero no depende del resultado, sino de
cómo lo vivimos e incorporamos en nuestras vidas, en si nos aferramos a ello y
dejamos de vivir nuestra vida, o si nos aferramos y pretendemos que la realidad
viva la vida que hemos soñado.
Soñar que
besamos a alguien amado y que somos correspondidos, nos permite soñar con un
resultado que nunca se equivoca o es diferente, porque es un sueño, que puede
hacernos felices o sufrir, al igual que la realidad, dependiendo de cómo
soñamos.
Pero
cuando se hace realidad y nos besamos, estamos en la realidad y es lo que
creamos con el beso, lo que será el resultado del sueño en nuevos ahora, por
toda la eternidad. El resto de nuestra vida dependerá, de lo que hagamos con el
sueño que se ha hecho realidad: “Un beso”.
Todo sueño
muere ante la realidad, seguir soñando debería hacerse innecesario, pues nuestra
vida será lo que hagamos con ese sueño.
Ser soñadores,
dejar de soñar, ser creadores de realidad de los sueños, ser capaces de ordenar
los sueños en la carpeta de los sueños, la realidad en la de la realidad o simplemente
no tratar de poseer realidad o sueño, aceptando lo que son: “Lo que hay en el ahora”,
viviendo ambas realidades cada una en su lugar
y respetando lo que son.
El resultado de lo que
aprendemos y aceptamos de ellos, es lo que somos, cuando somos sueño y realidad,
en el ahora.
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