No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 26 de enero de 2018

EL YO Y EL EGO

          Podría intentar explicarme el ego o el yo desde el Zen, pero obviamente el Zen no se fundamenta en explicaciones de lo que algo es.
          Algo que intento explicarme desde hace años, es la gran diferencia que existe entre lo que se ve en el ego en oriente y lo que vemos en occidente.
          Hay tres o cuatro conceptos del budismo, que cuando se interpreta una frase de Shakyamuni o de los Maestros, sin usar como base o referencia el entendimiento o desde donde son entendidos, el budismo resultante, es bueno para la sociedad, pero no es el de Shakyamuni o el Zen.
          En occidente, el concepto de Todo es principalmente Dios y la Creación, o el que podemos percibir o comprender. Nos parece que no es así, pero es desde nuestro encuentro, unión o percepción del Absoluto, o de percibir lo que es el Ser, desde donde comenzamos a creer.
          Buda es Todo y Todo es Buda, no deja algo que pueda situarse dentro o fuera, que pueda existir algo que perciba o sea percibido. Eso es la Iluminación, el Nirvana, la Meditación o el propio Buda, Vacío. Al no existir algo que Ilumine o pueda ser Iluminado, que haya un Nirvana o algo que pueda alcanzarlo, algo que medite o Meditación que algo pueda practicar. Por tanto, la: “No existencia de algo que pueda ser llamado ego”, pero es que no hay algo que pueda ser yo, que pueda llamar o ser llamado ego.
          Es una Dualidad, sin principio, sin final, sin nacimiento ni muerte, existente en un círculo o esfera, o en un algo que no tiene un punto diferente o discriminado, que establezca dónde comienza o termina la propia Seidad, eterna Impermanencia de un Vacío que Eternamente está a punto de Ser, pero no-siendo Eternamente. Siendo que su verdadero Ser es No-Ser. Existiendo en ambas orillas integradas. Siendo dualidad precisamente por no serlo. Una Dualidad, que no puede Ser dos polaridades, siendo en cambio el Mara de la multiplicidad, que no puede Ser más de Uno, porque nunca llega a Ser. No hay un yo o un ego que pueda tener entidad propia o separada de ese Vacío.
          En occidente percibimos el ego como entidad, como algo que interviene en nuestras vidas y destino, en el que hay un yo que tiene que alcanzar o alcanza una meta, una unión con el Ser, de la que es consciente. Algo, que solamente en una entidad existente fuera del Todo sería posible.
          El ego no puede tener entidad, ni física ni espiritual. Por tanto, no es algo que pueda nacer o morir, que pueda transformarse o llevarnos o impedirnos alcanzar algo, que de cualquier manera es lo que ya somos.
          El ego es, por ejemplo, origen de las defensas del sistema autoinmune, que protege la individualidad de cualquier manifestación de existencia. Es donde reside la agresividad de defender lo que somos, que es positivo para nuestra supervivencia.
          Pero es también donde reside el miedo, que nos lleva a atacar a otras individualidades, a destruirlas creyendo que lo demás es enemigo o amigo de nuestra individualidad.
          Eso es el origen de la discriminación, nacida no de la dualidad, sino de la separación de las polaridades. Al nacer un “yo”, nace un “demás, lo otro”, que es el cultivo, el espejo, donde contemplamos el ego al mirarnos.
          No hay más ego, al no existir algo en lo que pueda manifestarse como individualidad, que el que vemos, el que pensamos real de nuestros espejismos, de nuestra individualidad separada, en cuanto contemplamos algo que tratamos de encontrar llamado yo. Que nunca podremos alcanzar o realizar, porque cualquier percepción que podamos alcanzar, desde la conciencia o la Consciencia, desde el Ser o el No-Ser, desde el Espíritu o la materia, en la Dualidad o la Unidad, será porque está fuera o dentro de nuestro Todo, que llamamos Yo.
          Es a lo que llamamos ego, a algo que existe fuera de nuestro Todo, fuera de nuestro Yo, al querer percibirlo, desde un yo discriminativo, separador, y que quiere y necesita despegarse de ese ego, que solamente existe al ser percibido por un yo, que tiene existencia fuera de nuestro Todo el Yo.


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