A veces,
mi Maestro, cuando íbamos apesadumbrados por algo. Una enfermedad, una
circunstancia, un dolor, unas noticias, su respuesta era de la mayor simpleza: “Córtate la
cabeza, si te duele. Déjalo, abandónalo, los problemas solamente emergen en lo
que tenemos”. Siendo esta mi traducción, sus
palabras eran más directas, más simples, que hacían estallar nuestras mentes
lógicas.
¿Qué clase de
ignorante, de burro, de persona sin sentimientos puede decirme, que con este
dolor inaguantable de cabeza que tengo, la solución es cortármela?
Es
increíble, que puedas pasarte años escuchando estas gilipolleces y seguir
aguantándolo, sin que se te ocurra por supuesto probar los consejos.
Hoy
leyendo un comentario de Lucía, no sé por qué, me han venido a la memoria estos
consejos, que no recomiendo llevar a la práctica literalmente, pero sí
escucharlos desde lo más profundo de nuestros corazones.
“Comentando
acerca de la existencia de un ego ínfimo. Cuando el ego transciende, el amor
incondicional ocupa su lugar. Es pureza y consciencia, donde nada perturba tu
equilibrio, tu paz. Aceptas todo, porque todo tiene su razón de ser, pero sin
juzgarlo. Fluyes en respeto y consciencia. El sufrimiento deja de serlo, ya que
sólo está en el ego. Todo pasa a Ser, sin más”.
Aparentemente
son dos comentarios inconexos, la burrez de mi Maestro, y una explicación
acerca de la pérdida del ego, o al menos llegar cerca de conseguirlo.
Tratamos
de abandonar el ego que se apega a las cosas, por medio del desapego.
Pero
mientras exista un yo que trata de desapegarse, la opción de perder el ego es
la de perder el yo, conservando el ego que no puede percibirse a sí mismo.
Porque, la
opción de que el Amor ocupe el lugar de algo, puede dejar el que nos perturbemos,
puede llevarnos a la armonía, a dejar de sufrir, a que aceptemos lo que Es.
Estamos
siendo la cabeza donde reside el dolor, ese ego que ha sido trascendido por
algo que hemos dejado de percibir, porque seguimos siendo el “yo”, que
trasciende, se une, deja de sufrir o sigue sufriendo, seguimos siendo el que
está en equilibrio y en paz con lo demás.
Ese
abandonar lo que tenemos y lo que somos, para que no exista un lugar donde algo
pueda asentarse, es el Vacío donde Todo se manifiesta sin llegar a Ser, pues no
puede haber algo que sea.
No puede
haber un dolor de cabeza donde no hay cabeza.
Algo tan
simple, como recordar que Shakyamuni dice que no hay algo que pueda ser llamado
ego. Nuestro esfuerzo por trascenderlo, incluso el trascenderlo, es lo que le
da existencia.
Pero en
Zen para saber que nunca ha existido, que nunca existirá algo llamado ego. Que
realmente Todo cuanto existe es Vacío, primero hay que ser Todo, hay que
trascender el ego y cabalgar en él durante vidas inconmensurables.
Tenemos
que aceptar dolores de cabeza durante muchas vidas, para encontrar que nunca
hubo cabeza, donde un dolor inexistente pudiese existir.
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