No pretendo molestaros

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Yui Shin

lunes, 5 de febrero de 2018

ARGUMENTAR


          Todos hemos leído o escuchado acerca de los filósofos griegos de sus argumentaciones y a veces peleas, en la búsqueda de una verdad, que pudiese ser, casi impuesta a los demás por la dificultad de rebatirla.
          Muchas veces, la idea que hemos heredado de estas argumentaciones casi tratando de ridiculizar el conocimiento de los demás. Olvidando que muchos de ellos se reunían a menudo para estas argumentaciones y que otros se evitaban, pues ambos se habían marchado sin aprender del otro.
          Es quizás por ello que la idea que nos ha quedado de la argumentación es: “Que nos tiene que servir para justificar nuestras opiniones y sobre todo para demostrar nuestra razón, que estamos en posesión de la verdad. Conseguir que los demás nos den la razón, incluso que adopten o sigan nuestros razonamientos olvidando los propios. Necesitados de convencer al que no siente seguridad del razonamiento expuesto: Nosotros mismos”. Tratando de cambiar el entendimiento de los demás o modificar algo, nos encerramos en nuestra opinión, hasta el punto no sólo de no escuchar a los demás, sino de no escuchar lo que decimos.
          Hay algo que es importante en la argumentación y es la sinceridad desde la honestidad de nuestro ser. La importancia de la argumentación es: “Explicar, influir y cambiar la forma en la que las ideas y los conceptos son entendidos”. Para ello hay que argumentar como gato panza arriba, hay que llegar a ridiculizar las ideas ajenas, incluso a veces la forma de pensar o percibir de los demás. Pero no olvidar, que lo que estamos argumentando es para reducir o desterrar nuestras dudas, no para convencer a los demás.
          La sinceridad de nuestra argumentación es para aportar al banquete lo mejor de nosotros. Pero lo que más alimentará nuestro Ser, es el alimento que recibamos de los demás, porque es lo nuevo, lo que puede cambiarnos y mejorarnos, dependiendo de nuestra elección. Porque es un buffet libre, en el que podemos elegir el alimento que creemos nos irá mejor.
          En nuestros días tenemos gran facilidad para acceder a otros conocimientos, son simplemente alimentos del supermercado, que podemos probar y comer. No significa meternos en una dieta de comer un solo alimento, ni tan siquiera un tipo o grupo de ellos. Todos son asequibles, quien tiene que saber si son adecuados para nuestro aprendizaje, para nuestro crecimiento o acercamiento a esa Humanidad esquiva, somos nosotros los que tenemos la responsabilidad absoluta de la elección.
          No importa el precio, su presentación, sus aportaciones según los ingredientes, o lo que harán de nosotros según los fabricantes: “Somos únicos responsables de la elección y de los resultados de lo que hemos elegido”.
          El precio en la argumentación es lo que aportamos a ella. No es hablar o el silencio, no es que escuchemos y aprendamos lo que se dice, o seguir las ideas que nos han aportado. La sinceridad de lo que aportamos, entregando cuanto somos a la argumentación, es el precio justo por lo que recibimos, que podemos renunciar a llevarlo o incorporar a nosotros cuanto hemos asimilado, a nuestro alimento, a nuestra aportación: “A lo que somos”.
          Robar es: “Callar, no decir o dar nuestras opiniones, equivocadas o acertadas, para que los demás puedan elegir lo que comen”.
   

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