Hay momentos en la vida del buscador,
que desesperado tratando de encontrar lo Inexistente, siente la frustración de
estar encontrándolo.
No hay
peor sentimiento para el verdadero buscador que levantarse en la mañana y
encontrar que ha dormido con Buda, que está mirando frente a frente la cara de
Dios, que Buda se sienta a los pies de su cama.
Es
entonces, cuando descarga esta frustración con quienes le rodean, tratando de
inculcarles la Verdad, de ayudarles a vivir en la Felicidad, en lo Correcto en
la Mente de Buda.
En uno de
esos momentos, un discípulo fue a ver a su Maestro. Tras años de estar
enseñando y ayudando a las gentes del pueblo, habiendo recibido la transmisión
autorizándole a transmitir la Mente de Buda, sus enseñanzas. No conseguía que
nadie le siguiese, que nadie abrazase la Verdad que con tanto amor trataba de
darles.
Desesperado
y lleno de confusión, fue a ver al Maestro y le preguntó: ¿Por qué no puedo
hacer que las gentes acojan la Verdad?, ¿Por qué no puedo influenciarles para
que por Amor encuentren la Felicidad?
El Maestro
le miró con amor, viendo las profundidades del corazón del discípulo y comprendiendo
la honestidad de su esfuerzo, le contestó:
“El Sol sale
cada mañana, absolutamente dedicado a ser Sol, no pretende calentar a quien tiene
frío. No trata de dar luz a quien no puede guiarse en la oscuridad. No pretende
evitar que alguien se queme en su calor, que se deslumbre en su luz, no cambia su
rumbo porque algún lugar lo necesite, ni porque algo sea dañado por su calor.
Desde que sale
por la mañana hasta que se oculta por la noche, simplemente es Sol.”
Ha sido deificado,
es respetado por todos, por simplemente dedicarse a ser Sol.
Tratar de influenciar
es un error, pues Todo es la Verdad, Todo es Buda, Todo existe en el Libre Albedrío,
donde todo es lo que está siendo.
Un escrito
más corto, sin explicaciones y una imagen que incluyo, me fue un día entregado por
Daiyu-san, una monja americana que estaba en el Monasterio. En la breve lectura
del escrito, debería encontrar si el Sol me iluminaba, me oscurecía, si me quemaba
o calentaba.
Afortunadamente
no pude encontrarle, así que no pude agradecerle, ni quejarme. No pude explicarle,
que a veces debería ocultarse tras las nubes para que no nos molestase, pues en
la vida el molestar no está bien visto.
Al no encontrarle Él pudo seguir siendo Sol, y yo deje de serlo, al ser Sol.
Sigo buscando,
tratando de no encontrar al buscador.
Sigo encontrando,
a quien enseñar lo que aprendió.
Influenciemos
a quien influenciemos, sin influenciar a quien no se influyó.
Enseñemos lo
que somos, no en Silencio, sino siendo, olvidado el yo.
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