No es lo
que quería escribir hoy. Pero pienso que lo que quería comenzar es demasiado
ambicioso para mí. Es escribir acerca del: “Último Videojuego”. Tras eones de creaciones de un Universo tras otro, en
los cuales nuestro ego no ha encontrado la salida del Círculo de
Reencarnaciones, la salida de los videojuegos que practicamos en los Universos
que hemos creado. En ellos es la pelea de: Violadores, asesinos,
corrupciones, poderes, ambiciones, las guerras por alcanzar el bien, por
imponer el mal, pero guerras. Los dioses que crearán una mitad donde existirá
eternamente el mal, y la otra mitad donde sólo existirá el bien, Maestros que
salen de las fronteras dejándonos el Tao como manual del videojuego final, o
uno de los últimos.
Pero en su
lugar escribiré de mi Maestro, de un paseo por las calles de Obama, en el cuál
me encontré un billete de 10.000 yens.
Montado en
mi nube, en mi lucha por hacer el bien, por vivir correctamente, a pesar de que
no tenía apenas dinero, recogí el billete abandonado y lo llevé al templo para
entregárselo a Buda.
Lo estaba
colocando en el altar, donde los creyentes ponen sus donativos para que Buda se
los reparta a los necesitados, cuando me sorprendió mi Maestro que estaba
detrás del altar en la sombra, haciendo algo que no recuerdo.
Me preguntó: “Qué estás haciendo.
Le respondí con lo que había pasado: Me he encontrado este dinero y se lo estoy
dando a Buda. ¿Qué pasará, cuando regrese la persona
que lo ha perdido y no lo encuentre?, respondió con una sonrisa”.
No me dijo
qué tenía que hacer, si dejarlo o devolverlo al lugar donde estaba, en cuyo
caso si ya había pasado quien lo perdió, se destruiría con las inclemencias del
tiempo, o sería recogido por otra persona.
Como en todos
los casos y como decía Dogen: “Es un caso de Vida o Muerte”,
podía ser el dinero para comprar un arma y asesinar a alguien, o para poder
salvar una vida. Podía ser el dinero que daría de comer a una familia o el de
comprar sake y regresar borracho para maltratarla. Pero algo era seguro, había
cogido algo que no era mío, se lo había dado a Buda, liberándome de la
responsabilidad de mis actos, Pero era yo el responsable de la acción, de cómo
usaría lo que había recogido sin ser mío.
Mirando
alrededor, somos deshonestos porque recogemos lo de los demás. Nos protegemos
destruyendo lo que nos rodea, para defendernos de la maldad de los demás. Violamos
a otros en sus derechos, en sus libertades, en sus cuerpos y almas, porque
recogimos las violaciones recibidas de un violador. Vamos por la Vida,
recogiendo los odios, la maldad, la ira, la falta de amor, la falta de
humanidad de los demás, unas veces para cargarlas a lo largo de nuestras vidas,
otras para dárselas a nuestro dios, que nos permita el yihadismo o la
inquisición, la destrucción de los otros dioses todos ellos falsos.
Creemos
que solamente recogemos objetos, pero desgraciadamente lo que somos es lo que
recogemos de los demás, al no utilizar nuestra humanidad, nuestra honestidad,
las directrices de tanto Maestro que nos ha dejado marcas en los diferentes
caminos que podamos recorrer, para usar lo que somos que nos impide utilizar
algo que sea de otro cuando amamos y respetamos nuestro ser.
Cuando un
Maestro nos dice que por qué hemos cogido algo que no nos pertenece, nos está
hablando de Amor, de Responsabilidad, de Libre Albedrío, que es usar lo que
somos respetando lo que son los demás, lo que no somos siempre pertenece a
alguien. Solamente lo que somos no pertenece a nadie, por ser Vida.
Vivir
jugando el juego de rol, tratando de usar lo que otro es, es lo que hace que
solamente podamos encontrar lo que buscamos luchando con el resto del Universo.
Jugar a lo
que somos, no puede haber pelea, ni deseos, ni ambiciones, ni posibilidad de
que carguemos con algo que no sea lo que somos. La llave para entrar en el juego
es la Dignidad, el campo de batalla el Amor, el guerrero la Vida, que no puede luchar
por Ser Todo, al no tener nada que añadir, nada que falte.
“¿Qué pasará, cuando
regrese la persona que lo ha perdido y no lo encuentre?, respondió con una
sonrisa”. A veces lo que nos falta, alguien lo
ha encontrado y recogido, lo que creemos ser, es lo que hemos encontrado y cargado.
Nuestra responsabilidad
es lo que somos, no podemos quitar ni poner nada.
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