Dicen, que
tras salir de Granada, su madre, la sultana mora, dijo a su hijo que lloraba la
pérdida de Granada: “Llora como mujer lo que no
supiste defender como hombre”, el
último rey islámico de Granada había perdido su reino, entregando las llaves
que guardaban sus puertas. El nuevo año comenzaba en un dos de enero de 1492.
Hoy,
podemos observar sin ruborizarnos el machismo existente en tiempos pasados,
cuando solamente los héroes, los dioses y las mujeres, eran capaces de llorar
en sus momentos de debilidad u observando lo que habían creado alrededor.
Pero los
héroes han muerto, la madre Vida y Tierra hace tiempo que las hemos desterrado
de nuestro reino.
Un reino
donde la Humanidad llora la pérdida de sus humanos, donde los humanos vuelven
la espalda a la Humanidad, donde nadie llora, porque el sentimiento de crear ha
sido sustituido por el de destruir lo que los demás han creado.
Nuestra
Granada, con sus bellos palacios donde sentir el frescor en los calurosos días
del estío y el calor en invierno, ha sido abandonada a su suerte. De ella ha
partido la Sultana Mora, Humanidad, que le dice a su hijo los humanos, “llorad como madres lo
que no habéis sabido defender como hombres”.
Miramos desde
la altura de nuestra humanidad perdida, el reino en el que vivimos, el que hemos
conquistado al excomulgarnos, al exiliarnos del reino natural al que pertenecemos,
y llora desconsolada como madre, al mirarnos sumidos en nuestras ambiciones, corrupciones,
faltos de dignidad para defender nuestra verdad y la Justicia, tesoro escondido
en los cuentos, en las historias de la mitología de la existencia de una Humanidad
nunca conocida.
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