A lo largo
de mi vida, he sido siempre una persona que ha tenido más respuestas que
preguntas. Siempre he tenido la seguridad en lo que sabía independientemente de
lo equivocado que estuviese.
Obviamente, si pienso que una cosa es de una manera, es porque lo creo así, por lo que no
sé que estoy equivocado.
Hay partes
de lo que sé, que tengo dudas, otras son lagunas vacías de conocimiento que
espero y trato de llenar. Pero cuando preguntas para llenar tus lagunas, vas
con una respuesta propia, la cual puedes argumentar para llenar el vacío de
conocimiento con el máximo posible, otras partes modifican lo que sabes y las
dudas, solamente pueden ser llenadas con conocimiento ajeno.
A veces,
la seguridad de nuestro conocimiento está basada en que hay mucha gente que
piensa igual o que está de acuerdo con lo que dice alguien que sabe mucho o que
consideramos sabio.
Pero este conocimiento,
se basa en la modificación de lo que sabemos por lo que vivimos, por la
experiencia o aporte de partes de otros conocimientos al que llamamos: “Nuestro
conocimiento, lo que sabemos”.
Muchas veces
mantuve conversaciones con mi Maestro, en las cuales, nunca supe realmente lo
que había entendido, tampoco si lo que yo entendí era lo que había dicho. Unas
veces en la hora del té con todos alrededor, otras al encontrármelo por el
templo o los alrededores, otras cuando iba con Él a arreglar o comprar algo que
me hacía falta. Las serias, aparentemente son las de Dokusan, cuando tratas de
mostrarle tu conocimiento profundo de sus enseñanzas, la Enseñanza de Buda.
Siempre me
costaba preguntar algo concreto, y las aclaraciones que pedía o explicaciones que
daba, siempre tenía respuestas preparadas, para salir airoso del combate, del
enfrentamiento. Muchas veces su respuesta era: “Good (bien)”. Pero nunca he
sabido a qué se refería: que no me había entendido, que no le importaba lo que
pensara si yo estaba seguro de ello, si todo está bien independientemente de su
condición, o que era una palabra que sabía en inglés y queda siempre “bien”, independientemente
del tema y lo que se ha dicho.
Lo mejor
era, que era un combate individual, de discípulo a Maestro, en el cuál el
discípulo siempre tiene las de ganar, pues el Maestro no combate.
Pasado algún
año, preparé la entrevista, con mi pregunta inicial y múltiples respuestas a
las respuestas o contrapreguntas que Él me realizase, según mi lógica.
Esperaba un
cuerpo a cuerpo épico, pero al llegar me encontré totalmente rodeado, incluso
fui atacado por mí mismo.
La pregunta
que realicé, no tenía nada que ver con la que minuciosamente había preparado,
me miré, me pregunté: ¿Pero qué dices?, viendo la incongruencia de la pregunta,
lo absurdo de preguntar algo que no había preparado. Pensando al mismo tiempo
que la mente se había vuelto loca, mientras el Maestro contestaba. Incomprensiblemente,
pensé una respuesta, la mente me daba otra, yo quería dar otra, y al final
alguien se entrometió en el bullicio y dio una diferente que no tenía nada que
ver con lo que yo estaba pensando.
De todas
maneras, la conversación duró más tiempo del habitual, y cuando dijo: “Bien” y sonó
la campana, me marché con un cabreo monumental con el gilipollas que me había
destrozado la entrevista.
No comprendía, cómo ese imbécil pudo decir tantas incongruencias y tonterías, que no estaban
de acuerdo con mi forma de pensar, ni la estructuración que yo había construido
en mi mente.
Varias
veces posteriormente, tuve este tipo de entrevistas con el Maestro, hasta que
harto de pelear, dejé que fuera el imbécil el que hablase.
Pasaron años, hasta que pude entender las respuestas que el imbécil dio, y que por primera
vez entendiese el “Good”, de mi Maestro.
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