No pretendo molestaros

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Yui Shin

sábado, 2 de junio de 2018

CAMINAR DE DIGNIDAD

          Ningún camino lleva a la Felicidad, la Justicia, la Verdad, al Todo-Absoluto-Dios o la Humanidad, si no es caminado y transitado por la Dignidad.
          La Dignidad no es triunfar, conseguir o tan siquiera hacer lo correcto por las enseñanzas sociales o las leyes, que muchas veces son consecuencia de la prepotencia, la ambición o el miedo. El nacimiento de todas estas circunstancias es el comienzo del olvido de la Dignidad.
          La Dignidad es para mí: “La manifestación de la Verdad y la Justicia de nuestro ser en todas las circunstancias y condiciones”.
          Una Verdad que no proviene o se forja en las enseñanzas y las costumbres, sino en la manifestación y aceptación de la responsabilidad siendo lo que somos.
          La Justicia siendo lo que acerca a la Humanidad y Unidad de Todo, más que las leyes que tratan de obligarnos a hacerlo según las ideas o conceptos de otros.
          La Verdad no hay una más grande que otra, siendo la Verdad individual o de la individualidad, podemos mirar las verdades de una misma persona, como coherentes en sus verdades: “Personal, familiar, grupal, nacional o en cualquiera de las individualidades que se integre”. La verdad de cualquiera de las individualidades puede estar equivocada, todas lo están de alguna manera, pues solamente la Verdad Absoluta está compuesta de mitad Verdad, mitad equivocación, que no mentira.
          Pero la verdad individual tiene que nacer en la sinceridad, sin tratar de encontrar resultados posteriores de su manifestación, debido a que el deseo o búsqueda de resultados nos llevará a tratar de mirarla desde el punto o color de conveniencia personal.
          Aparentemente sería complicado convivir con verdades individuales, familiares, grupales o universales, siendo todas diferentes no solamente por los integrantes, sino cambiantes en momentos o circunstancias diferentes.
          Es por ello por lo que la Verdad de la Dignidad, lleva a la argumentación, a la discusión o al diálogo, pero no a la confrontación o pelea, porque no hay Verdad sin respeto y aceptación de las demás verdades, de las cuales aprendemos para mejorar y agrandar la nuestra, acercándonos a que manifestemos la humanización que decimos ser.
          En la Dignidad, al no haber semilla de violencia, no habría guerras. Al no alimentar la mentira, habría posibilidad de determinar unas conclusiones Justas. Al no alimentar la ambición de conseguir algo con lo que manifestamos, podríamos ver nuestro error o comprender que la verdad ajena es más justa que la nuestra, sin por ello estar equivocados.
          Es por ello por lo que la Dignidad tiene que equilibrarse sobre sus tres bases de: “Verdad, Justicia y Aceptación”, cuando estas bases están sustentadas en el respeto, vivir y convivir con Dignidad es inevitable, desembocando irremisiblemente en la Humanidad y unidad o individualidad Única.



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