Hay quien
piensa, que no ha sabido vivir cuando ve acercarse la muerte.
Hay quien
no comprende por qué ha nacido, en una vida de injusticia y abuso, donde en
lugar de encontrar la humanidad se encuentra la inhumanización.
Hay quien
se pierde, buscando las razones para nacer, para vivir, tratando de saber para
qué se vive.
Hay quien
aprende algo cada día, pero no comprende, cómo es posible que cuando está aprendiendo
a vivir, solamente ve acercarse la muerte.
Vivir es:
conseguir el conocimiento, desarrollar lo que ha nacido, evolucionarlo, mejorar
lo que creemos o pretendemos ser.
Mientras vivimos,
tratamos de saber o encontrar a quien está viviendo, al que se manifiesta como
lo que percibimos ser.
Hay quien
permite vivir a quien nace, hay quien nace, pero no vive. Finalmente, todo
cuanto vive, encuentra su última oportunidad de aprender: “Olvidar lo que
vive, lo que nace, lo que pretende o desea ser, para retornar al origen de ser
Vida”.
La manera
de llamarlo es Muerte, pero no podemos ser lo que somos si no dejamos de ser lo
que hemos sido. La Vida solamente puede nacer muriendo lo que está siendo en
una infinita manifestación de Ser lo que está Siendo, muriendo y naciendo en un
mismo Ser.
Creemos que
lo que muere es lo que hemos sido, pero si no siguiese existiendo en lo que
estamos siendo, habríamos dejado de existir en Todos los Ahora.
Pretendemos
que no muera el niño en nosotros, pero cuando ya ancianos muere el niño, nos
convertimos en algo “viejo” y sin vida. Porque es el
niño quien mantiene la Vida en el anciano, el que le aporta su conocimiento y sabiduría,
el que es necesario para que el anciano encuentre su humanidad.
Decía Jesús:
“Dejad que los niños se acerquen a mí”, porque cuando el niño se aleja, dejamos de ser vida, de
vivir. Pero no es posible que se aleje, simplemente dejamos de verle, de
percibirle en nosotros y los demás, al encerrarnos en nuestro yo, impidiéndonos
ver y vivir la Vida.
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