Todos hemos
encontrado al ego, unos porque niegan su existencia. Otros porque le nombran su
rey, la máxima autoridad y centro neurálgico y de control de cuanto acontece.
El conocimiento
y el concepto que tenemos de él, los medios que tenemos para reconocerlo:
Depende de lo que hemos leído, las explicaciones que seguimos y la sociedad en
la que hemos crecido.
De alguna
manera, quienes ponen su vida y cuanto son en sus manos o los que buscan salir
de su control, se niegan a abandonar ese yo que es el terreno y las condiciones
necesarias para que pueda mantenerse vivo.
Tenemos claro,
que la ambición, el pensar solamente en uno mismo, el ignorar a los demás o las
actitudes en las que se es el centro y lo que gira alrededor, es egoísmo nacido
del ego.
Cuando damos,
cuando nos ignoramos a nosotros mismos, cuando huyendo de nosotros nos
entregamos a los demás, a veces pensamos o vemos generosidad y ausencia de ego.
Pretendemos
llegar por nuestras acciones y ayuda divina, a un cielo en el cual no
contemplamos, que dejaremos de existir como individualidad separada o que contemple
un yo. Pensamos que independientemente de la manifestación que tengamos,
podremos percibirnos como el yo que siempre hemos sido, que en nuestro interior
mantenemos como este yo que somos aquí en esta vida finita.
Cuando Shakyamuni
mirando cuanto ha aprendido, cuanto ha vivido, cuanto le ha sido dicho y cuanto
hay en Él, ese Buda que existe en todos y solamente unos pocos concluyen el puzle
para hablar de quién es el sí mismo del que hablan. Mirando entonces qué es el
ego del que todos hablamos, mirando su naturaleza, las condiciones en las que
nace vive y se mantiene.
Shakyamuni
encontró que: “No había ninguna entidad que pudiese ser llamada ego”, o lo que es lo mismo, no había encontrado algo que
pudiese ser llamado así por una Naturaleza propia.
Las explicaciones,
los conceptos y definiciones de ego son muchas, la constatación de su
existencia real es aceptada por todos nosotros, es considerado un déspota que
solamente piensa en sí mismo, que ni tan siquiera su creador y portador le
importa. Su egoísmo llega a destruir el Universo, antes que perder el control o
ser el que decide lo que el Universo es.
El pobre
Shakyamuni lo ha repetido durante 2500 años: “No hay algo que pueda ser
llamado ego”. Pero ni nos hemos enterado,
pues seguimos durmiendo, despertando y viviendo en el ego.
Todos creemos
que Shakyamuni fue al Nirvana y que se transformó en Buda, algo que Él mismo
niega en los Sutras. Todos hablamos de sus enseñanzas, pero según Él nunca
pronunció ni una sola palabra.
Para conseguir
lo que dice que no consiguió, nosotros: “Meditamos, leemos, nos
esforzamos, estudiamos y tratamos de vivir con sus reglas”, con el propósito de ir al Nirvana, de transformarnos en
Budas.
Porque podemos
renunciar a la vida, estamos dispuestos a morir, para que ese yo pueda ir al
Nirvana y ser Buda. Pero lo que no podemos renunciar es, a ese yo que lo
logrará.
Shakyamuni
negó que haya un yo sin ego, negó que hubiese un ego sin yo, negó que hubiese
un yo con ego o un ego con yo.
Y es, que
no es importante si existe o no el ego, mientras que haya quien diga sí o no,
el ego tendrá un espejo en el que ver al yo.
Dice Shakyamuni
que Todo es por Naturaleza Vacío, pero si alguien lo busca, lo verá cuando lo
llene. El Vacío de Todo, tiene todo dentro, por lo que nunca es buscado o
encontrado.
Si ves al
ego, es porque no eres consciente del espejo. Si ves el espejo, no eres
consciente del ego que lo está viendo.
Una imagen, que sólo el espejo no puede ver.
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