A veces,
mirar el origen del conflicto es necesario, la mayoría de las veces hay que
saber lo que ha pasado, haber aprendido de las experiencias y comenzar desde
donde estamos para que desaparezca el conflicto sin necesidad de conocer su
origen.
Si de
repente todos usásemos la Dignidad para manifestar lo que somos, desaparecerían
las guerras, las envidias, los abusos, la insatisfacción, la Vida seguiría
evolucionando solamente por estar siendo lo que somos, todos desiguales en la
igualdad del Todo.
Esta igualdad,
que es el resultado de no discriminar las desigualdades, que permite que la
Vida o el Todo, pueda manifestarse en su plenitud siendo lo que es cada
individualidad.
Desde que
comenzamos a desear o pensar, lo que sería mejor para nuestras vidas,
comenzamos a olvidar lo que creemos conocer de nuestros orígenes.
Mirando en
los yacimientos, que conservan los vestigios de la actividad de nuestra primera
manifestación en la Tierra, desde los
Australopithecus hasta el homo sapiens, o en la evolución desde el principio de nuestra sociedad,
podemos observar que algo que es constante es la idea de que pertenecemos a un
Todo, que crea unos ritos y una sensación o actitud de agradecimiento por
cuanto podemos existir, todo cuanto nos rodea, no solamente la Tierra donde nos
transportamos por el Universo, sino el Sol y la Luna, las estrellas, sin
importar el desconocimiento que tenemos de todo ello, la gratitud, también era
una parte de esos monos erectos que deambulaban perdidos en la inmensidad del
lugar donde habían nacido.
Es cuando
comenzamos a poder modificar el entorno, cuando podemos dominar a lo que nos
rodea, cuando probablemente nace el rudimento del concepto Dios, que es la
gratitud hacia cuanto nos rodea, a lo demás, haciendo lo que hace el resto del
Universo: “Ser cada individualidad lo que es”.
Pero el
deambular en grupos o en soledad buscando un lugar donde establecerse o
encontrar otro grupo al que unirse, compartiendo todo sin sentimiento de
posesión, nos va llevando a creer que lo que usamos, lo que la Vida nos concede, para poder mantener nuestra existencia propia y servir de alimento al resto es
algo que nos pertenece, porque podemos hacer herramientas y armas que nos
permiten dominar a los demás y a la propia Tierra.
Asustados por
los elementos y los cataclismos que no podemos predecir, ni controlar,
cambiamos la gratitud por el resto de la Vida, a determinar que el Dios de la
Gratitud, es el que nos ayuda y favorece para dominar al resto, que los padres
que nos protegen en nuestra niñez son los responsables de nuestro bienestar,
que los fuertes que nos han ayudado a salvar nuestras vidas y los que nos han
guiado, son los jefes y responsables de la situación de la tribu o del grupo.
Muerta la
gratitud, nace el sentimiento de no tener responsabilidad sobre nuestra
manifestación, que lo que somos es la culpabilidad de los demás, Dios, Destino
y azar, en la que tomamos el papel de víctimas, incluso la culpabilidad o
responsabilidad que comporta el karma, es diluida para que la responsabilidad
no sea realmente nuestra, sino lo que recibimos de la sociedad o de la Vida.
Nuestra sociedad
es la única inocente de lo que es, ni animales, ni plantas, ni minerales, ni
líquidos, ni sólidos, ni gases, condicionan su manifestación a la responsabilidad
de las circunstancias, siendo lo que son incluidas las circunstancias, resultado
de su responsabilidad.
Tenemos mucho
o poco, mucho de lo que no nos gusta, rechazamos o no deseamos y poco de lo que
sí nos gusta, deseamos o ambicionamos.
Cuando la
felicidad, el equilibrio, la gratitud, el respeto por lo demás, uso correcto de
lo que recibimos para ser en la Vida, está en: “Suficiente”. Como decía mi Maestro repetidamente: “Always enough”, “Siempre, eternamente suficiente”.
Es lo que
incluye: “Aquí y Ahora, Ser lo que somos”.
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