Llegó un
discípulo a la puerta del Maestro.
Durante años
trabajó con diligencia, haciendo cuanto le era dicho, y exactamente como se le
había indicado.
Meditaba cada
momento de inactividad que tenía.
Recordaba cuanto
el Maestro enseñaba, hasta el punto, que si este no recordaba lo que había dicho
en alguna de las charlas le preguntaba para recordarlo.
Varias veces
le llegó al Maestro el momento de morir, pero lo retrasó para estar un poco más
de tiempo con el discípulo.
Pero el
Maestro ya no podía retrasar más su momento.
Llamó al
discípulo, le pidió perdón y con el último hilo de voz, le expulsó de su casa,
prohibiéndole ir a su entierro y funeral.
Con esta
última voluntad, murió en paz.
El camino
de Lotos lleva a Bukkokuji, si lo caminas nunca llegarás.
La foto es
la entrada al Hondo de Bukkokuji: “El Templo de la Tierra de Buda”.
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