A lo largo de la orilla del río, bajo los árboles, descubro huellas.
Incluso bajo la fragante hierba, veo sus huellas.
En lo profundo de montañas remotas se encuentran.
Estas huellas no se pueden ocultar, más que, nuestra nariz si miramos hacia el cielo.
En lo profundo de montañas remotas se encuentran.
Estas huellas no se pueden ocultar, más que, nuestra nariz si miramos hacia el cielo.
La segunda imagen muestra que el buscador acaba de ver las huellas
del buey, dándole esperanzas de que su buey no se ha perdido para
siempre. Esto podría interpretarse en el sentido, de que ha reconocido su
angustia y ha comenzado a buscar una solución en las enseñanzas del budismo o
en otras enseñanzas. Pero todavía está en la etapa de pensar y hablar
sobre sus problemas y varias soluciones posibles. Todavía no ha encontrado
un camino a seguir y aún no ha comenzado a practicar.
Vivimos: “Respirando,
comiendo, visitando personas y lugares, contemplando amaneceres, atardeceres,
alegrías y sufrimientos, flores recién abiertas y marchitas”.
Todo monótono,
que nos hace sentirnos bien, que nos estresa, que nos hace preguntarnos que
cómo es posible vivir así, o disfrutar de nuestras posesiones y llorar por
nuestros deseos frustrados.
Pero se
llega a esos momentos de desesperación, cuando no podemos explicarnos el: ¿Por
qué no soy realmente feliz?, ¿Por qué no puedo disfrutar de lo que tengo?, ¿Por
qué me es imposible obtener lo que deseo?, mirando desesperados o dormidos en
la complacencia, sentimos que algo falta en nuestras vidas.
Un día,
cuando nuestra desesperación, cuando nuestra búsqueda nos ha llevado a un
callejón sin salida, cuando no somos capaces de encontrar la felicidad en
cuanto tenemos, cuando vemos sufrir a seres que amamos, algo se rompe en
nosotros y abandonamos cuanto somos apenas un instante, son milésimas de
segundo, incluso a veces la eternidad de un segundo: “Aparecen las huellas,
rodeadas de lo mismo que siempre hubo, tan diferente cuando en ello están las
huellas del búfalo”.
Miles,
millones de flores hemos visto, criado cortado, regalado, recibido, contemplado
en jardines y bosques, pero por primera vez hay una flor, posada en el suelo,
rodeada de hierba, con el cielo o las montañas al fondo.
Hemos contemplado
amaneceres y atardeceres, cada día de nuestras vidas, en fotografías, en
películas y relatos, pero es ahora cuando: “Está amaneciendo o atardeciendo,
por primera vez”.
Hemos reído,
llorado, sentido alegría, sufrido, incluso pensado que éramos felices, sin embargo, es
en este momento, cuando: “Ha nacido la Felicidad”.
No hay
nada diferente, simplemente, nuestra desesperación, nuestro cansancio, el
abandono de nosotros mismos, nos ha traído a las huellas que llenan los campos,
ríos, mares, bosques, montañas y cielos de nuestra vida.
Por primera
vez, durante milésimas de segundo, no ha habido nadie que tenga conciencia de: “La
flor, el amanecer, el atardecer o las condiciones o estado de observador, del
buscador”.
Es el
encuentro de esas huellas, de ese rastro, que cubriendo el Infinito no habíamos
encontrado. Las Huellas de nuestra Verdadera Naturaleza, la Naturaleza
Original.
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