Recuerdo los búfalos de agua, cuando caminando
por las montañas de India, por los prados de varios países del Sudeste Asiático,
se quedaban mirándote fijamente con sus grandes y bellos ojos, tranquilos y que
parecían mirarte con curiosidad no exenta de amor.
En Filipinas
estuve arando con una búfala de agua, en una noche de luna llena solos el
agricultor y yo en el campo, en silencio con el sonido de las aves y los
animales nocturnos, y el sonido del arado.
Durante el
día, los niños algunos de apenas 4 años, eran los encargados, de moverlo cada
pocas horas a la sombra. Si se olvidan pueden enfermar o morir.
Son animales
delicados en su fortaleza. Si son olvidados al sol, su carencia de suficientes
glándulas sudoríparas, puede ser causa de muerte.
Necesitan ser
cuidados cuando queremos ser ayudados por ellos, proporcionando leche como
alimento, y cuando envejecen o son abundantes, carne y pieles para ropa y
utensilios que permiten la vida de las personas con las que conviven.
En Europa
hemos tenido para el campo a: “Bueyes, burros, mulos, caballos y otros animales”,
pero ninguno necesitaba tanto el cuidado de quien era ayudado. El búfalo de
agua, proporcionaba cuanto necesitaban a quienes compartían su vida con ellos,
a cambio era necesario cuidarlos, si no era así, podían encontrarse arando
ellos los campos si querían comer, obteniendo la leche de otros lugares o
abrigándose en los inviernos cazando otros animales.
El ser
elegido en los fotogramas o en la historia del Zen, siendo contada la historia
en tierras donde el Búfalo de Agua es tan útil y necesario, no ha sido casualidad,
porque es que hay que esforzarse por quien nos ofrece el poder vivir sin tanto
esfuerzo, consiguiendo el máximo beneficio y bienestar, solamente por cuidarlo
y mantenerlo vivo con nosotros.
Es por
ello, que cuando se cuenta y traduce por toro, nuestra relación con ellos,
siendo diferente nos lleva a conclusiones diferentes del significado literal o
de las palabras en la historia. Siendo, que también nos ofrece una visión
diferente del Zen y lo que es.
En su propia
naturaleza, el búfalo no necesita arar la tierra, ni producir leche
continuamente para alimentar a sus crías. Es por responsabilidad al convivir
con el hombre, que al hacerle compañero obligado de su hogar se hace
responsable del bienestar del Búfalo, obteniendo de Él cuanto necesita para
vivir con su familia y vecinos, con suficiente comida y sus campos
perfectamente arados y productivos.
El Búfalo:
“Ara los campos, los abona, los riega sin poder sudar, entrega su carne, su
leche, su sangre, sus cuernos, su piel y sus huesos para facilitar la vida de
quienes conviven con Él”.
Necesitando
la sombra y una charca donde poder mantenerse fresco. Es el lugar donde en las
tardes de estío encontrar la paz, la tranquilidad, que proporciona el tener el
trabajo hecho, tan importante para vivir en el corazón de alguien.
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