Se han tomado demasiados pasos para regresar a la raíz y la
fuente.
¡Mejor haber sido ciego y sordo desde el principio!
Morar en la verdadera morada de uno, despreocupado por con y sin ...
El río fluye tranquilamente y las flores son rojas.
He abandonado el látigo y las cuerdas.
¡Mejor haber sido ciego y sordo desde el principio!
Morar en la verdadera morada de uno, despreocupado por con y sin ...
El río fluye tranquilamente y las flores son rojas.
He abandonado el látigo y las cuerdas.
Como muestra la novena imagen, cuando el yo y la realidad
(como creaciones) se quedan atrás, las cosas se revelan como lo que son en sí
mismas; Los arroyos serpentean por sí mismos y las flores rojas florecen
naturalmente de color rojo. En los acontecimientos ordinarios de la vida
se encuentran las verdades más profundas. Solo buscando al buey como una
realidad última separada, el pastor podría descubrir que no hay una realidad
separada; que lo último se encuentra en lo ordinario.
Una vez más nacemos y para qué, si morimos de nuevo. No importa cuántas veces nacemos, ni lo que hagamos, moriremos.
La Eternidad
existe cuando morimos naciendo, o nacemos muriendo, porque logramos que las
polaridades no se alternen, existiendo en un mismo Ahora.
Tanto luchar,
tanto esfuerzo, tanto sufrimiento, para regresar al origen, a un lugar de donde
nunca hemos partido. Hay que estar locos para hacerlo. Sordos y ciegos, nunca hubiéramos partido, por lo que habríamos permanecido en nuestra Naturaleza Original, o al
menos lo que decimos que es y luchamos por llegar.
Hemos
abandonado el látigo y el ronzal, no hay nada que buscar, nada que dominar,
nada que podamos llevar o traer, todo está en su lugar, incluso nosotros somos
lo que somos, sin necesidad de crear el yo que nos lo confirme.
Por primera
vez, aceptamos desde la Aceptación, que cada cosa sea lo que es, sin cuestionar
o comparar.
Incluso
aceptamos ser lo que estamos siendo.
Hemos llegado
al Verdadero Vacío, el cual está lleno de lo que somos, sin por ello dejar de
Ser Vacío.
Somos lo
que somos, sin nadie que nos contemple o nos perciba, necesitando mirar desde
fuera.
Las flores,
las aves, las nubes, han dejado de ser miradas por un yo que nos asegura que
somos algo y nos compara con todo ello. Miramos las nubes siendo nube, las
flores siendo flor, pero seguimos siendo nosotros, rota toda separación.
No es un
Vacío carente de algo que lo llene, podemos ver a Shakyamuni, a los Maestros, a
las plantas, las estrellas, y llevar una vida normal.
Pero es el
Niño recién nacido el que vive cada ahora, sin memoria de algo anterior, sin
llevar lo vivido para ser comparado. Todo cuanto somos y hemos sido, está
naciendo en cada Ahora. Pero solamente ese nacer muriendo al mismo tiempo, en
una continuidad Eterna, de ser lo Original naciendo y naciendo, en una muerte
que nunca llega a producirse.
Nada ha
cambiado, todo es igual que ha sido siempre. Solamente ha desaparecido el
sufrimiento, todo existe en sí mismo, nada nos pertenece, nada podemos perder,
ni tan siquiera a nosotros mismos.
El Zen permanece
Vacío, porque no hay Zen si no llenamos ese Vacío.
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