No pretendo molestaros

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Yui Shin

domingo, 14 de abril de 2019

SEMANA DEL NACIMIENTO DE CRISTO

          Cada día, es el aniversario de tantas cosas, que podríamos celebrar la felicidad o la tristeza, el triunfo o la derrota indistintamente. Pero también podemos celebrar de forma cercana, el nacimiento y la muerte.
          Apenas hace unos meses, celebrábamos el nacimiento de la Luz, el nacimiento de un niño llamado Jesús por sus padres, que trató de comunicarnos que naciendo del hombre de personas, en nosotros reside el espíritu de Dios, que realmente somos sus hijos, cuando vamos desterrando de nosotros lo que hemos creado como herencia del hijo del hombre y en muriendo esta faceta, germinará el espíritu de Dios, el espíritu Crístico.
          Nos es tan natural, que al sembrar la semilla esta vaya muriendo para que germine la planta en su nacimiento.
          Vemos tan a menudo que muere la flor del árbol, para que nazca el fruto.
          Que muere el fruto o es usado como alimento, para que nazca la semilla.
          Que fabricamos tantas cosas continuamente, sin percatarnos, que todo nacimiento requiere la entrega, la desaparición, la muerte de su predecesor. Lo que nace, es la creación o transformación en algo nuevo y debería ser mejor o más elevado para la Humanidad, que aquello que muere por entrega a la transformación, a la trasmutación en el camino de vuelta al origen.
          Celebramos una vez más la Semana Santa, en la que deberíamos encontrar, la fructificación de esa Luz que nació en nosotros al término de un año, pasados los meses necesarios, para que comencemos a germinar el alimentar nuestra vida por todo un año, hasta el término de la Eternidad.
          Para ello, tiene que morir la vela, la lámpara que nos ha llevado al nacimiento de la Luz en nosotros individualmente, el niño que ha crecido, que perdió su cabeza de Juan en el bautismo del espíritu humano, en su camino a la Divinidad.
          Ese hombre que anunció, que somos algo más que la materia que nace como hombre, que somos hijos de nuestros padres, pero también de la Vida y de Dios. Ese Todo que nos hace ser Vida y Absoluto con el resto de la Creación. Siendo creadores y manifestación de la Vida que somos.
          Jesús se entrega al Padre, el Hijo retorna a su origen, a la semilla, al Principio, para hacerse Espíritu, para germinar en Humanidad, en Vida manifestada de Dios.
          Un Jesús que no puede morir, porque es el niño que tiene que vivir en cada uno de nosotros, el niño que dé origen al Bosque de la Vida, donde todas las plantas, animales, aíre y tierra, sean manifestación del Espíritu Humano, Crístico.
          ¡Regocijaos, porque está a punto de nacer Cristo!.
          Este es el mensaje de la Semana Santa, cuando germinamos en Humanidad, cada uno de nosotros.



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