En la
mitología, en cualquier religión tribal, o de cualquier civilización, los
dioses han decidido su poder, luchando contra los demás por hegemonizar el
Poder Absoluto. Los hemos creado a imagen y semejanza nuestra, dándoles poder
para que sean los responsables de lo que hemos escrito o hablado de ellos, y
que sean los responsables de nuestra deshumanización, bien por la Imperfección
que atribuimos a Su Creación o por no dirigirnos con la fuerza suficiente desde
la Chispa Divina de nuestro interior.
Pero, no
es una lucha más grande o menos cruenta por el hecho de que los dioses sean
inmortales, que la que nosotros realizamos con nosotros mismos, que somos
inmortales mientras mantengamos la pelea.
Creemos
sinceramente, en infinitas motivaciones para luchar por vivir, en la creencia
de que la Vida es una pelea en todos los niveles, por conseguir el equilibrio
que nos permita obtener lo que deseamos y hacerlo en paz y armonía.
Quizás, lo
que menos importante consideramos, sea la semilla, no ya de nuestras luchas y
fracasos, sino aquello que ha llevado a la guerra a los dioses y a las
religiones.
Cuando
comemos, dividimos en mitades el alimento, hasta hacerlos una pulpa que
digerimos en nuestros estómagos.
Algo
necesario, cotidiano, que nunca hemos considerado importante filosóficamente.
Pero que es el origen del Yin y del Yang, eso que simboliza la dualidad que controla
nuestro existir, nuestra manifestación.
Hemos
creado los dioses, les hemos conferido atributos, poderes y les hemos
responsabilizado de nuestros actos, de nuestras vidas y de la Vida Eterna.
Hemos
creado un mal que es combatido por esos dioses que tienen que ofrecernos
Inmortalidad, Bienestar y Felicidad eternos, para que les adoremos y nos
pongamos a sus pies, ofreciéndoles lo que por ser sus creadores ya es suyo: Lo
que somos.
Pero a
nivel personal, hemos combatido el mal, hemos decidido crear una sociedad y una
vida que transcurra en la Felicidad, Armonía y Paz. Para lo que hay que
eliminar, destruir o anular su existencia, a cualquier atisbo de creación de
sus opuestos.
Es lo que
hemos llamado cielo o lugar donde seremos llevados por Dios, por supuesto, ese
Dios Verdadero que es el que adoramos, porque nos ofrece nuestros sueños, hacer
realidad lo que hemos escrito y dicho que es y puede hacer.
Olvidamos,
que al partir una fruta o algo por la mitad, ha dejado de ser una
individualidad, para ser la individualidad de dos mitades, o lo que es lo
mismo: Dos individualidades diferentes.
En la
Dualidad, en el Yin y el Yang, no podemos separar, ni tan siquiera dividir las
mitades, que tienen que permanecer en una misma individualidad para conservar
su naturaleza de: Mitad Yin, Mitad Yang de una Individualidad.
Decidimos
proteger los árboles, los bosques, llenando los océanos de bolsas de plástico.
Sin por ello recuperar los bosques.
Decidimos
erradicar el hambre, cultivando cuanto es posible cultivar, para lo que hemos
tenido que destruir los bosques.
Hemos
decidido proteger la vida animal, pero solamente son importantes los que
comemos, los cuales viven hacinados, sin libertad o convivencia. Teniendo a los
que usamos para sentirnos acompañados, encerrados y sin poder desarrollar su
naturaleza. Hemos destruido los bosques y los hábitats de los que no son
rentables.
Hemos
decidido proteger a los insectos beneficiosos, pero matamos todo lo que los
alimenta, llenamos de venenos nuestros campos y ciudades, y destruimos lo que
necesitan para ayudarnos.
Hemos
seguido siempre la senda de cortar la Vida en dos mitades, descartando o
destruyendo la que no nos gusta o consideramos necesaria.
Pero esa
forma de vivir, es la que destruye a la Vida, la que nos impide vivir.
No podemos
elegir o separar las mitades, porque estas no pueden ser separadas.
No existe
un Dios, fuera de la Creación. O Creación que no tenga un Dios. Pero tratar de
separarlo para conocerlo, para encontrar solamente la mitad que deseamos,
destruirá ambas y a nosotros que somos ambas mitades.
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