Quizás, una
de las cosas que admiro de mi Maestro, es su capacidad para no explicarnos, lo
que pudiese limitar nuestra capacidad de entendimiento.
Hay muchas
cosas que se buscan en la Meditación, a veces lo que se considera inexistente o
imposible de encontrar. Pero el esfuerzo, la constancia y la entrega, permiten
que todo lo que se busca honestamente en Ella, pueda ser encontrado.
Pero lo
que encontramos es lo que buscamos, perdiendo cuanto hay en Ella, que no
reconocemos por no estar buscándolo. Es por ello que saber lo que vamos a
encontrar, nos impide reconocer lo que hemos encontrado, pasando de largo sin
poder tan siquiera percibirlo.
Mi Maestro,
nunca me explicó lo que podía o debía encontrar, para avanzar y crecer en el
camino que él me mostraba. Mis experiencias, fueron imprevistas, recibidas como
cosas no deseadas, a veces pensando que estaba loco y que todo eran
imaginaciones y fruto de la gente que me rodeaba.
Sin embargo,
podía observarme viendo lo que le estaba pasando a alguien, que era un
desconocido para mí. Me burlaba de él, le compadecía en sus tonterías y
absurdas actitudes y entendimientos, incluso argumentando y preguntándole qué
le estaba pasando o cómo era posible que pensase o dijese semejantes locuras y
tonterías.
Recuerdo, que
cuando habían transcurrido unos años, me preparé para ir a “dokusan” con mi
Maestro. Esperé mi turno, sentado en seiza, y toqué la campana cuando llegó mi
turno. El Maestro me llamó y yo dije que estaba preparado para ir. Me postré
tres veces, me acerqué y comenzamos la conversación con mi pregunta.
La había
preparado, la había pensado y repasado desde muchos ángulos para mostrar la
profundidad de mi entendimiento y sorprenderle.
La respuesta
que dio, era de las que había preparado. Sorprendentemente, alguien se
entrometió en la conversación, respondiendo desde lo absurdo, con palabras que
yo no sabía qué tenían que ver con la respuesta del Maestro.
Mi estupor,
me mantuvo en silencio, escuchando las locuras de aquél impostor que disfrazado
de mí, hablaba desde la sinrazón y lo absurdo, en respuesta fuera de lógica y
que me costaba reconocer como fruto de mi conocimiento.
Desgraciadamente,
la conversación se alargó más que otras veces, siendo incapaz de que el
intruso, escuchase mis argumentaciones y dejase de decir locuras.
Durante meses,
intenté encontrar y comprender la lógica o en qué basaba el intruso sus
respuestas. Durante meses me impidió responder al Maestro, llegando a pensar si
este loco ocuparía mi sitio o sería mejor dejárselo. Pasado el tiempo y tras
escucharle hablar sin ton ni son, sin lógica, sin base, sin saber por qué decía
lo que decía, fui entendiéndole, comencé a ver el lugar que ocupaba al mirar
las respuestas o las preguntas.
Pasados los
años, creo que hemos llegado a una buena convivencia, él habla de cosas del Zen
y yo de las del día a día. Le dejo que escriba en mi bloc, y cuando alguien
comenta, leo lo que hay escrito para poder responder al comentario. Pues todavía
me toca razonar lo que escribe o dice, al intentar no inmiscuirme en sus
locuras.
Cuando leo
acerca de la mente, de la conciencia o la consciencia, trato de nuevo de mirar
en estas vivencias, para comprenderlas y al mismo tiempo, recordar que la
lógica, es fruto de lo que una mente ve en un lienzo en blanco, en el que hay
infinidad de mentes mirando y viendo cada una algo diferente.
Las mentes
ven, el lienzo en blanco, de un color u otro, ven dibujos, pinturas, gráficos o
cualquier cosa que buscan los poseedores de esas mentes. Lo que ven, depende de
la conciencia o de lo que es consciente el yo en el que está integrada la mente
que piensa.
Pero la
Mente es el propio lienzo transparente, sin color, sin conciencia o consciencia
de existencia.
Misteriosamente
todavía es Conciencia y Consciencia transparente de la Existencia, cuando
desaparecido el yo, incluso el Yo es transparente, sin poder ser percibido.
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