Al parecer,
le estamos ganando la batalla al Corona-virus. Todavía estamos asustados por su
virulencia, por lo que nos ha obligado a hacer: aislarnos, dejar nuestras
actividades, incluso separarnos de nuestras familias, amigos, vecinos; nos ha traído
una nueva crisis, en las que podemos necesitar de la caridad y ayuda de los
demás, para vivir, comer y poder mantener nuestros negocios, la economía, el
trabajo y la confianza al acercarnos a los demás.
Tratamos de
saber quién o qué lo ha creado, las intenciones, el para qué. O al menos saber,
lo que le ha permitido evolucionar, modificarse y saber cómo burlar nuestras defensas.
Todos nos
hemos unido para derrotarle, para destruirle, para erradicarlo y a ser posible
conseguir su desaparición.
Lo que más
miedo da es que a pesar de su tamaño, de que no podemos verlo sin aparatos, de
que si pudiésemos verlo, nos sería suficiente un manotazo, golpearlo con algo,
o simplemente poniéndole la bota encima, como hacemos con insectos mucho más
grandes, incluso con animales más grandes que nosotros y podemos destruir y
aniquilar etnias y razas completas, no solamente de plantas, insectos y
animales, sino de personas también.
Pero nos
atemoriza lo desconocido, lo que no podemos ver, lo que aparentemente
inofensivo nos puede destruir sin apenas darnos cuenta.
Nuestra actitud,
nuestro convencimiento es que en defensa de nuestra salud, nuestro bienestar y
libertad, debemos unirnos para destruir este desequilibrio, este mal que nos
amenaza, este ser insignificante y totalmente innecesario, que hace peligrar
nuestras vidas, convivencia, economía y sobre todo, nuestra felicidad y
bienestar.
Milenios de
batallas, tratando de sobrevivir, milenios de solucionar y superar los peligros,
los cambios, los ataques de otros animales y el tener que probar lo que era
comestible, arriesgando nuestras vidas en saber si podía alimentarnos o no.
Hemos conseguido
cambiar la circunstancia, de ser uno de los animales más indefensos, a ser los
que hemos conquistado la totalidad del planeta que nos sirve de casa.
Hemos conseguido
de no poder comunicarnos apenas, de no poder expresar pensamientos con
palabras, a filosofar acerca de la Vida y de lo que somos.
Hemos creado
la crionización, para conseguir que algo hiberne hasta que haya solución a sus
problemas.
Hemos usado
la fiebre para aumentar la capacidad y número de nuestras defensas.
Nos lavamos
las manos, nos lavamos totalmente, incluso con productos que matan lo que nos
puede hacer daño o puede poner en peligro nuestro bienestar.
Usamos armas
de todo tipo para destruir células enfermas, virus, o patógenos que rompen el
equilibrio de nuestra salud.
Pero hemos
olvidado, que hay demasiados virus, demasiadas células que ponen en peligro, la
propia existencia de lo que les permite vivir.
Virus sociales,
virus mentales, emocionales, espirituales, informáticos, porque al final, el
virus es algo que destruye a lo que le permite existir. Una célula maligna, es
la que equivoca su función y el servicio que debe realizar para la
individualidad donde está integrada.
Hay un
virus, que puede terminar con nuestra existencia, porque tarde o temprano, la
Tierra tendrá que crionizarse con una glaciación, hasta que desaparezca el
virus que la destruye.
Tendrá que
lavarse las manos y el cuerpo, con sunamis, con diluvios, con lluvias de fuego,
para limpiarse de las células, bacterias y virus que destruyen su salud y
capacidad de alimentarse.
O tendrá
fiebres, que lanzarán fuego de los volcanes, que creará una atmósfera, donde el
virus asesino de su integridad y bienestar, deje de existir.
Porque el
día que la Madre Tierra, nuestro Hogar, nuestro Cuerpo grande, se defienda y
proteja de cuanto destruye su equilibrio, su salud y su bienestar, será el
momento, en el que habremos encontrado la solución para todas las enfermedades.
Nuestra salud,
bienestar y equilibrio, no puede ser diferente al que proporcionamos a la
Individualidad, al cuerpo, a la entidad, donde estamos integrados como células.
Es de nuestra Naturaleza como células de la Tierra, de donde encuentran el
conocimiento las que forman nuestro ser individual.
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