Sé seguro que no soy ateo.
Sé con seguridad que creo en todos y
en ninguno de los dioses habidos y por haber.
Sé también con seguridad, que creo que
algunas personas, tienen que ser dirigidas por las diferentes creencias, para
saber hacia dónde ir.
Sé también, que desgraciadamente la
mayoría de quienes creen, lo hacen en su Dios, al que le dan un nombre, unas
responsabilidades, unos atributos y unas reglas para complacerle.
Me gustaría decir que me siento
perdido, al no encontrar demasiados que acepten cualquier nombre de Dios,
pensando y creyendo que a pesar de los nombres diferentes, son un mismo Dios.
En todos los años en Japón con mi
Maestro y aquellos que enseñaban en los templos donde viví, que fueron mis
maestros, ninguno me preguntó si era budista, tampoco acerca de qué religión
practicaba o si era ateo. Me aceptaron, me ordenaron monje, sabiendo que sólo
podía servir a Buda, independientemente del nombre que yo le diese.
Al final, adorar al dios del: Río, del
bosque, de la montaña, del fuego, del Sol, o el que rige un Universo o muchos
Universos, no es lo importante.
Lo importante es respetar al Dios que
vive en nosotros, el que hace que si de verdad somos hermanos, si aceptamos
vivir en la Humanidad, no sea diferente al de nuestros enemigos o amigos, el de
los animales o las plantas, tampoco con el nuestro que tiene que ser Absoluto,
para que sin llamarle por ningún nombre sepamos que vive y se manifiesta en lo
que somos, en lo que creamos o destruimos, en nuestras acciones buenas o malas,
pero que solamente será Dios, cuando manifestemos Ser Amor.
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