Recuerdo con cariño, los esfuerzos de mi madre por ayudarme.
Siempre tratando de facilitarme la
vida.
Siempre tratando de hacer aquello que
me diese lo que quería, lo que creía necesitar, aquello que ella creía era lo
mejor para evitarme necesidades y problemas.
Tanto tiempo dedicado a facilitarme la
vida, que apenas tuvo tiempo para vivir.
Tanto amor desinteresado, tanto tiempo
para darme todo cuanto era necesario, tanto sufrimiento para rodearme de
felicidad.
Tras mi sufrimiento, viendo a mi madre
sufrir en silencio, viendo que no vivía, sabiendo que no conocía sus necesidades
tratando de cubrir las mías.
Hoy me pregunto también si en tanto
amor, cabría la desconfianza de si yo podría hacerlo por mí mismo. Si pensaba
que yo no la amaba lo suficiente para ayudarla y sacrificarme también, para que
ella pudiese vivir su vida.
Y es que, a veces, tratando de ayudar,
impedimos que nos ayudemos a nosotros mismos.
Pareciendo que confiamos más en
resolver los problemas ajenos que los propios.
Todos estamos creados para transportar
nuestra vida a su meta.
Sólo hay que amar y confiar.
Sólo hay que actuar correctamente como
la Vida y Amor que somos.
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