“Los hombres salen a hacer turismo
para admirar las crestas de los montes, el oleaje de los mares, el copioso
curso de los ríos, los movimientos de los astros. Y sin embargo pasan de largo,
de sí mismos". San Agustín.
Es de las frases que hacen que
salgamos corriendo hacia el lugar donde señala la frase.
Es la estampida de los seguidores que
corren gozosos, para llegar donde señala el dedo del Maestro.
La primera reacción es: mirar dentro,
tratando de encontrar lo que no puede ser encontrado fuera.
La segunda podría ser: Buscar a un yo
mismo, que podría estar en parecernos a Jesús, los Santos, los Bodhisattvas o
un semidios o Maestro, o sentir que reflejamos el mismo amor por un Dios que
percibimos o encontramos dentro o fuera.
Es el problema de tener un Dios, unos
profetas, unas palabras y enseñanzas que nos dicen cómo, dónde y cuándo se
manifiesta Dios.
Cuál es el Dios Verdadero y los que
son falsos.
Y sin embargo encontramos que el olor
de la Flor no puede ser Dios, porque sólo puede ser olido por Él mismo.
No está en el hecho de admirar algo,
donde nos desviamos de Jesús, de Skakyamuni, de Mahoma, o de cualquier Maestro
que encontró Su Verdad.
No está en cabalgar o pasar de
nosotros mismos, donde caminamos sobre las huellas de otros, sin ver el camino.
Es en la percepción de que son otros o
nosotros mismos, donde está el dedo del Maestro que siempre señala allá, no
aquí.
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