Me había levantado sin saber qué hacer.
Le
di vueltas, traté de recordar lo que había proyectado, lo que necesitaba, las
cosas que alguien me había pedido, si alguien había solicitado mi ayuda, pero
sólo encontré la desesperación.
Inquieto,
apesadumbrado, sintiendo que era un inútil, dando vueltas sin destino, sin
meta, me crucé ante el espejo.
Me
miré con desprecio, sin aceptar mi inutilidad, mirando fijamente, el espejo me
dijo: Eres alguien que no sabe qué hacer.
Y
le escuché, sin haberla buscado, sin esfuerzo, sin saberlo había encontrado mi
verdad: Soy el que no sabe qué hacer.
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