Una de ellas contada por mi Maestro a
una pregunta, sobre lo que hace el Maestro creo que era, nos contó la de la
leona.
Solitaria, perdida en la selva y la
montaña, cuidaba de sus crías. Un día, cuando estas estaban casi destetadas, las
arrojó a un foso.
Tumbada paciente en el borde, en lo
alto del foso, cuando las crías con grandes esfuerzos casi conseguían salir,
suavemente las empujaba de nuevo al fondo.
Tras muchas veces de jugar este juego,
mientras las demás jugaban en el fondo del foso, sólo una cría seguía esforzándose
por salir. Cuando extenuada y a punto de morir de agotamiento y desesperación,
estaba a medio camino, la madre la cogió con sus garras, la sacó suavemente, la
lamio, la besó y le dio de mamar.
Otra es la de Rinzai, a quien su Maestro
al preguntarle fue golpeado hasta casi matarlo, huyendo de su Maestro. Otro
discípulo del mismo Maestro que hacía años era Maestro a su vez, al recibir a
Rinzai, y contar este sus pesares, le dijo que el Viejo Maestro en lugar de
madre se había convertido en abuela, que mimaba a sus discípulos.
Otra es de los escritos sobre el Cid.
Su padre había sido ofendido por el padre de Dñª Jimena. Por su edad no podía
responder, seguro de su muerte. Llamó a sus hijos unjo a uno, y al recibirles y
decir que tenía un gran pesar, les recibió estrechándoles la mano. Todos ellos
protestaron diciendo: Padre me vas a romper la mano deja de apretar.
Finalmente el Cid que era un muchacho
de pocos años, fue llamado, sin ninguna esperanza de restablecer su honor,
llegó y al igual que a sus hermanos, le apretó la mano con fuerza, el Cid le
miró a la cara enfurecido, diciéndole: Si no fueses mi padre, te abofetearía
por esta afrenta.
Otra es la de Hui Neng, el Sexto
Patriarca, al llegar al lado de su Maestro, este habló con él, supo que era analfabeto,
sin cultura y desconocía todo sobre budismo.
Pero algo había en sus respuestas, en
su actitud, le mandó de pinche en la cocina, donde trabajaría muchas horas, no
tendría tiempo libre, ni apenas contacto con otros monjes.
Pasado el tiempo, un día respondió a
una estanza escrita por el monje principal. Probablemente el Maestro alabó la
estanza del monje principal y se burló de la de Hui Neng, sólo a punto de
morir, habló de nuevo con él para darle el manto y el símbolo de su
Transmisión.