Éramos felices al oírlo, pocos o podríamos
decir que ninguno de nosotros lo pensaba y ni tan siquiera lo habíamos
imaginado. Estábamos esforzándonos para encontrar y crear un mundo y una
sociedad perfectas, donde nosotros enseñásemos o guiásemos a los demás a
encontrar el amor. Tras encontrarlo nosotros en nuestros corazones, corrigiendo
todas nuestras imperfecciones.
Toda nuestra vida mirando alrededor,
desesperados de ver cómo son los demás, lo poco que entienden la vida como nosotros,
viendo que la sociedad sigue estando equivocada, al no escuchar nuestras
equivocaciones que son las correctas.
En un mundo que no alcanza la
libertad, porque los pastores que nosotros consideramos mejores, no salen los
elegidos, obligándonos a combatir lo que hacen esos pastores, para que la
próxima vez sean los nuestros quienes nos guíen a una vida, en la que
finalmente seamos obligados a hacer lo correcto.
Cómo podemos considerar perfecta una
vida, en la que para cruzar el campo hay que pisar las flores.
En la que para pasar el invierno,
tenemos que cortar los árboles, que nos protegen de los vientos y dan sombra en
el calor.
Una vida, en la que tenemos que pedir
derechos e igualdad, cuando la vida es responsabilidad y todo es diferente
entre sí.
Cuando, para no pisar la hierba y las
flores, tenemos que destruirlas y cortar los árboles, para no pisar el polvo y
el barro.
Cómo pensar en la perfección, cuando
tenemos que comernos unos a otros para vivir. Sean animales o plantas, hojas o
frutos.
Mirando alrededor: Vecindad, amistad,
amores, familias, hombres, mujeres, niños, animales y plantas, las montañas y
terrenos destruidos para obtener sus minerales. Cómo pensar que esa sociedad y
convivencia que hemos creado nosotros, puede ser considerada perfecta, según
las palabras que nos decía mi Maestro, los Maestros y tantas personas sabias,
como nos han recordado que: Todo es perfecto, tal como es.
No es fácil de creer, y posiblemente
muchos de nosotros, pensaríamos que para escuchar esas barbaridades, tan
lejanas a lo que veíamos por nosotros mismos, sería mejor marcharse y seguir
solo, el aprendizaje del vivir.
Debo reconocer que estando tan lejos
de casa, sin dinero y que tengo el vicio de comer y dormir, además no me gusta pasar
frío, ni vivir en las inclemencias del tiempo, en medio de la nada, me quedé
unos cuantos años con Él.
Me daba de comer a diario, tenía un
tatami para mis cosas y mi cama, y un tejado. Todo ello a cambio de aguantar
todo lo que nos contaba, sonreír y aguantar el dolor de rodillas y de espalda,
que el sentarme con los ojos casi o cerrados totalmente durante varias horas
todos los días me producía.
No ha cambiado nada, años perdidos,
para ver que nada ha cambiado: Los vecinos, los amigos, Ucrania, la política,
nuestro aborregamiento, nuestro pisar la hierba y las flores, la necesidad de
cortar árboles y comer a diario, todo sigue igual, sin cambios.
Tantos años buscando al Ser, a ese Ser
amoroso y Perfecto, que transmite su Naturaleza de Amor a cuantos le conocen,
que la mayoría llama Dios, otros Vida, otros Naturaleza incluso lo confunden
con Humanidad.
Que veo que lo imperfecto, siempre fue, lo que no era como yo lo pensaba o creía. Que toda la Imperfección nace, de la
comparación, con lo que decidimos que es perfecto.
Mirando todo, creo que he cambiado yo,
pues me doy cuenta que si todo es lo que Es, que si todo es como yo lo he
creado, que si todo es como yo lo veo: Todo es Perfecto, tal como es. No porque
yo lo crea, sino por ser exactamente lo que Es.
Sé que no lo haría, pero si no hubiese
encontrado otros Universos donde ir, probablemente yo, sí habría dicho: “Ya te
lo dije”.
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