El problema no es el hogar, sino
nuestra costumbre de mirar fuera por las ventanas. De fantasear e imaginar qué
se ve desde ellas.
A veces mira la filosofía, otras la
religión, el científico, la envidia, el rencor, la ambición, el deseo, y cada
vez el paisaje y lo que se ve es diferente.
Tratamos de conocer lo que se ve desde
la casa, porque nos perdemos dentro de ella. Deseamos poder salir de sus muros,
de su infinitud, algo que solo es posible si imaginamos lo que hay fuera, si
construimos el mundo donde nos gustaría vivir, el mundo que nos asusta y nos da
tranquilidad de estar en casa.
El mundo que se puede ver desde las
ventanas, es cambiante, no sólo porque quien mira, ve algo que puede ser
totalmente diferente a lo que puede ver cualquier otro. Sino porque el mundo
del sueño, de la ilusión, de la irrealidad es Impermanente y cambia
continuamente.
Cuando los Maestros nos dicen que
existimos en la irrealidad, en el sueño, hay que cuidar desde qué ventana
estamos mirando, porque no hay nada fuera de nuestro hogar.
Es necesario, mirar el sueño, saber lo
que es irreal y lo que es real, porque hay que mirar desde todas las ventanas,
para saber cómo es la casa.
La casa está vacía, somos nosotros los
que la tenemos que amueblar, iluminar, limpiar y crear el hogar en ella. Y el
hogar, no es cuestión sólo de limpieza, mobiliario o su luminosidad, el hogar
se crea llenando todo el espacio de amor.
Creemos que la realidad de nuestro
mundo, nuestra vida, nuestro vivir, es lo que miramos y vemos desde las
ventanas, lo que alguien nos cuenta que ha visto desde ellas. Pero conocer la
casa, mirando desde las ventanas, sólo es posible cuando tratamos de ver con
los ojos, el pensamiento y la palabra, lo que realmente se ve desde esa
ventana, que es, lo que podemos ver nosotros.
Lo que nos han contado, lo que hemos
visto al mirar en otro momento desde otra ventana, es ilusión e irrealidad, que
no nos enseñará a conocer nuestro hogar.
Cuando miramos fuera, vemos la
dualidad, lo que es posible que veamos nosotros desde esa ventana en ese
preciso ahora. Cuando lo mezclamos con lo que hemos aprendido o memorizado
desde otras visiones propias o ajenas, no sólo nos confundimos en el
conocimiento de nuestro hogar, sino que hacemos que los demás, crean que ven lo
que no está viendo.
Es la coherencia de la irrealidad que
vemos o soñamos, la que poco a poco, nos permitirá conocer nuestra casa, que lo
será cuando hayamos creado el hogar en ella.
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