y fuera usada.
Ha sido, lo que siempre nos han
señalado los filósofos y las religiones con su dedo, lo que nos ha permitido
escribir frases y libros, condenando al “yo”, como causante de nuestros males.
No hemos podido pensar más allá de lo que nos han dicho: “El ego es el yo”.
Recuerdo cuando siendo niño, mis
padres se aterrorizaban, cuando me veían con un martillo o una herramienta en
la mano. Obviamente lo malo no era la herramienta, sino mi ignorancia de cómo
usarla correctamente.
El yo, es imprescindible y necesario
para existir en la dualidad, incluso en las religiones se nombra el Yo de Dios,
o el de su hijo: “El Padre y yo somos uno”. El yo es el que debería permitirnos
regresar al Yo único de Dios, donde es inexistente, al carecer del tú o demás,
el yo es innecesario de ser creado.
Sin la existencia del yo, no tendríamos
la necesidad de ser libres, pues no tendríamos un opuesto para poder elegir.
Esa dualidad, necesita del yo para poder regresar al origen donde fuese
innecesario al reconocer nuestra Unidad, el ser Uno que sólo podría tener un Yo
indiferenciado e irreconocible, pues sin la percepción del fuera el dentro no
podría ser encontrado.
Pero esa pelea con el yo, con el ego,
ha servido para fortalecerlo para sin darnos cuenta convertirlo en la semilla y
hogar del ego, al separar nuestro yo de todo lo demás.
Sin la existencia de lo demás, el yo
tampoco sería necesario. Es esa dualidad, la que debemos trabajar con la única
herramienta que realmente tenemos para trascenderla: “el yo”. El yo, no es el
problema, es la herramienta que nuestra ignorancia nos impide usar
correctamente para encontrar que no podemos existir como individualidad sin lo
demás, sin todo ese Universo que oponemos a nuestro yo.
Nuestro yo, no es separable del
Universo, es una parte, pero que cambiaría la totalidad del Universo sin él. No
hay duda de que nuestro yo, es parte del Universo, que el Universo es Uno, al
igual que el Padre y el hijo, el pasado y el presente y el presente y el
futuro, ninguno de ellos es separable.
Es precisamente esa separación creada por
nosotros, lo que convierte el yo en ego. No es culpa del yo, sino culpa de nuestra
ignorancia, al entender, interpretar y manifestar un yo separado, pero no
independiente del resto del Universo, que sólo puede ser Uno.
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