En un lugar de mis recuerdos, hay
uno que realmente no soy consciente de haber vivido, a pesar de ello es una
constante de mi vida en el mundo de los dioses.
Hace muchos
años, cuando aún era un espermatozoide, soñaba con llegar por medio del esfuerzo a
convertirme en un ser humano, entrenaba duramente, por si a lo largo de mi vida
sucedía la Gran Ocasión.
Nadaba continuamente en el lago, con la ilusión de convertirme un día en “el
nadador nocturno, que consiguiera llegar al mundo de los humanos”.
No solamente
dependía de mi, era una circunstancia que nadie sabe cuando puede presentarse y
muchas veces sucedía, que todos los nadadores eran destruidos por la gran luz
de los dioses.
La tradición decía que “De repente se produce una gran convulsión y todos los nadadores se tienen que enfrentar con “La Gran Corriente ” a la que hay
que seguir, el premio es solamente para el primero, el resto de los nadadores
se sacrifican para asegurar que uno siempre llegará”, el premio consiste en la
posibilidad de llegar a convertirse en ser humano.
La tradición decía que “De repente se produce una gran convulsión y todos los nadadores se tienen que enfrentar con “
Estaba en
pleno entrenamiento cuando ocurrió la gran convulsión. Solamente pensaba en
nadar y nadar en la obscuridad, perdí la noción del tiempo y de repente, “había
ante mí un ser enorme y maravilloso, a pesar de no haberlo visto nunca, había
algo en él que me inspiraba confianza y me hacía sentir que le conocía de toda
mi vida.
De una forma
natural, comencé a hablar de mis sueños y del por qué no importaba sacrificar
mi vida si uno de nosotros conseguía materializarlos. De cómo, durante toda mi
vida había estado pensando en lo grandioso que sería tener: “principios,
grandes ideales, honor, una moral fuerte y por encima de todo ser el Gran
Defensor de la Vida ”.
Dándonos
cuenta que con el nerviosismo del encuentro, no nos habíamos presentado, lo
hicimos en este momento, “me llamo Espermatozoide, yo me llamo Ovulo”. Lo
maravilloso es que mi sueño era también el sueño de Ovulo. Decidimos entonces,
unir nuestro esfuerzo en la consecución de llegar a ser merecedores de recibir
el Gran Nombre, “Ser Humano”. Nos esforzamos toda la gran noche por
conseguirlo, podíamos ver que de alguna forma nos estábamos acercando, casi
percibíamos su forma en nosotros, aún sabiendo quien éramos, teníamos la
seguridad de que el legendario Ser Humano siempre había estado en nosotros.
Pero he aquí,
que los dioses pensaron que no era el momento para nosotros de venir, ellos en
su perfección lo saben todo, viendo que ellos no estaban preparados para
recibirnos, que estaban demasiado ocupados en sus cosas y no tendrían tiempo
para jugar con nosotros, mandaron la Gran
Luz. De repente nuestro mundo intimo y oscuro se agrandó e
iluminó intensamente, nuestra vida se diluyó en ella y no se por qué, creo que
de alguna manera estuve en un lugar
donde los principios, los grandes ideales, el honor y la moral viven
libremente, un mundo donde la vida no tiene que ser defendida, por ello, a
pesar de ser sólo vida, es llamada “La Gran
Vida Madre”.
En uno de los
Sutras se dice que cuando un dios, a lo largo de millones y millones de años,
cumple con todas sus atribuciones perfectamente, siendo capaz de conservar en
algún lugar de su ser, recuerdo de no haber alcanzado la perfección. El Buddha
en su infinita compasión “le permite nacer de nuevo como Ser Humano, estado
desde donde es más fácil alcanzar la realización como Buhdha”.
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