Como sabéis
hace tiempo que estoy en el mundo de los dioses, el viaje fue parecido al que
os he contado, solamente, que tras ver la Gran
Luz , en lugar de diluirme en ella me vi entre los dioses. Al
enfrentarme a la Gran Luz ,
un grito desgarrador salió de mi ser, pero los dioses me cogieron entre sus
brazos y me alimentaron con su néctar, el cual me introdujeron por la boca
desde un recipiente enorme, que parecía inagotable, transportado por una diosa.
He visto la
gran sabiduría de los dioses, que nunca se equivocan, estoy creciendo en un
mundo donde los derechos son algo natural, podemos decidir sobre la vida y la
muerte, gobernamos y decidimos por todo lo que vive en nuestro mundo y aún así,
a veces me parece recordar al ser que me enamoró y con el que hubiese
permanecido eternamente, “a Ovulo”, al que nunca he vuelto a ver. Sé lo absurdo
de lo que os voy a decir y más cuando soy un dios, dueño de todo lo que existe,
“Tengo la seguridad de que nunca me ha abandonado, que nunca se separó de mí,
de alguna forma y aunque no puedo verle, está vivo en mí. Mi añorado y querido
Ovulo”.
Mi seguridad
nace de que, a pesar de mi absoluta perfección y poder, dentro de mí todavía
viven los sueños, aquellos sueños de cuando todo mi esfuerzo e ilusión, era convertirme en el nadador nocturno triunfante, que me acercaban a una Vida de principios,
grandes ideales, honor, una moral fuerte y sobre todo ser el Gran Defensor de la Vida.
Todavía no entiendo las antiguas leyendas del Ser Humano, un ser imperfecto, lleno
de deseos que vive en un mundo de sufrimiento y sin derechos. Pero me gustan
sus metas, sus ideales y demás cosas que quiere alcanzar.
Dándole
vueltas a estas cosas, me encontré con un anciano de profunda mirada y luminosa
sonrisa, no le dije nada, en la seguridad de que sabía todo lo que había en mí.
De alguna
manera vi con claridad, que los dioses viviendo tan cerca de la perfección, no
sienten responsabilidad, ni necesitan ideales, “tienen sus derechos”. El Buddha
en su perfección, no siente responsabilidad, ni necesita ideales, ni derechos.
Los seres del inframundo sufren tanto, que no tienen tiempo, ni fuerzas, para
pensar en estas cosas.
El ser humano
en su imperfección, vive en un mundo de deseos y necesidades, pero tiene un
gran potencial, en su deseo y necesidad de llegar a convertirse en “Ser Humano”,
lucha y se esfuerza por: principios, grandes ideales, honor, una moral fuerte y
sobre todo ser el Gran Defensor de la
Vida.
Estos son los
ingredientes del lodo donde nace la flor de loto, la flor de loto en la que
nace El Buddha. El Buddha es la propia encarnación de estos principios, no
defiende la vida, "Él es la Vida" ,
no necesita honor, "Él es el Honor".
Sentí cómo me sumergía en su
sonrisa, apenas me rozó una gran tristeza por los dioses, que en defensa de sus
derechos me habían impedido nacer tantas veces, los grandes ideales se
diluyeron al creer vislumbrar a mi amigo Ovulo junto a mí, incluso la compasión
sentía que se integraba y dejaba de ser.
Ahora no defiendo la vida, no
tengo ideales, ni principios, no se lo que es el honor y nunca he conocido
moral, me parezco a los dioses que son capaces de destruir la vida. Sin embargo me acerco a Dios, al Buddha.
A veces una habitación no puede
recibir muebles porque es una habitación vacía, otras porque tenemos en ella todo
lo que nos gusta, otras porque está llena. La habitación eternamente está vacía.
Soy el Buddha, eternamente Vació, aceptador de Todo. Soy la Vida , que no necesita
defender nada, Todo Vive en Mí y yo soy el ser humano que lucha, por una vida
defendiendo a: los principios, grandes ideales, el honor, una moral fuerte y
sobre todo ser el Gran Defensor de la Vida. El que se esfuerza para convertirse en Ser
Humano y diluirse en la Vida ,
en el Buddha.
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