Hace más de
cuarenta años que por primera vez entré en contacto con la literatura de Hermann
Hesse. En un quiosco de prensa, vi el libro de Siddharta, sin saber por qué, lo
compré y leí. No supe que estaba basado en el budismo, en la vida del propio príncipe
Siddharta, pero me gustó y seguí comprando otras de sus obras.
Pero hoy de
la que me he acordado es: “El Lobo Estepario”, que me recuerda a los polvorones
y mantecados de la Estepa sevillana y
que sea la corresponsabilidad de las palabras, lo que muchas veces nos lleva a
equivocarnos en las conclusiones.
Recuerdo aquella
puerta misteriosa que aparecía y desaparecía en el callejón, a veces cuando la
buscaba no podía hallarla, debido a su ansiedad y deseo de encontrar la
respuesta a sus preguntas, en un lugar que no era suyo. Cuando más perdido
estaba, cuando realmente necesitaba una respuesta a su desesperación, la puerta
aparecía, pero ¿Cómo entrar en un lugar desconocido?, ¿Cómo saber si estaría la
respuesta, tras una puerta entre el sueño y la vigilia, la realidad o la
imaginación?.
Es el día a día
de nuestras indecisiones, de querer saber el final, el resultado, lo que nos
deparará el abrir una puerta en nuestras vidas. Algo que solamente puede saber,
la puerta que ve los dos lados de nuestras preguntas y las respuestas. Tras la
puerta hay siempre innumerables habitaciones, que guardan celosamente su
universo, sus manifestaciones y su manera de expresar, los dos lados a cada
cara de la puerta, incluso a la propia puerta que está dentro de ella, lo único
que puede ser expresado: "la Vida".
En una de las
habitaciones, oscura, con una mesa en la que hay un tablero de juego, con sus
cuadrados negros y blancos, en los que el resultado siempre estará entre el Yin
de los cuadros negros y el Yang de los blancos. En ella un ser misterioso le
recibe y le mira fijamente hasta lo más profundo de su alma, en ese momento
sabe que tiene que jugar, no sabe las reglas, ni en que consiste el juego, ni
su final. El hombre misterioso tiene los bolsillos llenos de fichas, de
figuras, para iniciar el juego. En cajas, las fichas se derraman por todas
partes, hay un número infinito de fichas, que aturden al lobo que acostumbrado
a vagar por la estepa, nunca ha tenido que encontrar su camino en el laberinto
de los bosques.
Al final
comienza a colocar fichas, que comienzan a moverse por sí mismas,
independientemente, que comienzan a interrelacionarse y moverse con voluntad
propia, cuanto más las intenta controlar, más independientes y rebeldes se
mueven.
De repente y
sin haber podido predecirlo, comienzan a pelearse, a destruirse unas a otras, a
intentar dominar el tablero. Todo está fuera de control, cuantas más normas ha
intentado introducir en el juego, los resultados han terminado por empeorar. Su
impotencia y desesperación, su miedo y sentimiento de fracaso, de no estar
capacitado para jugar el juego, le mantienen inmovilizado.
Una mirada de
pavor hacia el viejo o joven, misterioso, hacia el ser que solamente con mirarle,
le hace sentirse empequeñecido. No logra saber si es una sonrisa o una mueca de
burla, porque no puede verle el rostro y el misterio saca de la manga una mano
descarnada, que tira todas las fichas del tablero, que inmediatamente dejan de
moverse, quedando a la espera de un nuevo juego. Las infinitas fichas,
solamente esperan al jugador, al que se atreva a jugar con las reglas del
juego. No están escritas y no hay reglas, solamente las fichas tienen que tener
la misma libertad que el jugador.
Unas cuantas
fichas son puestas en el tablero, estas comienzan a moverse en un nuevo juego,
la partida durará mientras el jugador pueda aceptar la libertad de las fichas. Pero
el juego y sus resultados dependerán, de la libertad que cada una de las fichas
sea capaz de aceptar de las demás.
El número de
fichas que pueden intervenir en el juego es infinito, la libertad de cada ficha
es absoluta, no hay más que esa regla. Su cumplimiento es obligatorio, pero la
libertad de las fichas les permite no tener que seguirla, por eso es la única
regla, que siendo “Libertad Absoluta”, no puede, sino permitirte no cumplirla.
El juego solamente tiene un objetivo,
una meta, un resultado: “No hay jugador, ni fichas, ni habitación, ni puerta,
ni callejón, ni fuera, ni dentro, solamente el Ser Misterioso, llamado
Libertad.
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