No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 4 de junio de 2015

JUEGOS DE LOBO


          Hace más de cuarenta años que por primera vez entré en contacto con la literatura de Hermann Hesse. En un quiosco de prensa, vi el libro de Siddharta, sin saber por qué, lo compré y leí. No supe que estaba basado en el budismo, en la vida del propio príncipe Siddharta, pero me gustó y seguí comprando otras de sus obras.
          Pero hoy de la que me he acordado es: “El Lobo Estepario”, que me recuerda a los polvorones y mantecados de la  Estepa sevillana y que sea la corresponsabilidad de las palabras, lo que muchas veces nos lleva a equivocarnos en las conclusiones.
          Recuerdo aquella puerta misteriosa que aparecía y desaparecía en el callejón, a veces cuando la buscaba no podía hallarla, debido a su ansiedad y deseo de encontrar la respuesta a sus preguntas, en un lugar que no era suyo. Cuando más perdido estaba, cuando realmente necesitaba una respuesta a su desesperación, la puerta aparecía, pero ¿Cómo entrar en un lugar desconocido?, ¿Cómo saber si estaría la respuesta, tras una puerta entre el sueño y la vigilia, la realidad o la imaginación?.
          Es el día a día de nuestras indecisiones, de querer saber el final, el resultado, lo que nos deparará el abrir una puerta en nuestras vidas. Algo que solamente puede saber, la puerta que ve los dos lados de nuestras preguntas y las respuestas. Tras la puerta hay siempre innumerables habitaciones, que guardan celosamente su universo, sus manifestaciones y su manera de expresar, los dos lados a cada cara de la puerta, incluso a la propia puerta que está dentro de ella, lo único que puede ser expresado: "la Vida".
          En una de las habitaciones, oscura, con una mesa en la que hay un tablero de juego, con sus cuadrados negros y blancos, en los que el resultado siempre estará entre el Yin de los cuadros negros y el Yang de los blancos. En ella un ser misterioso le recibe y le mira fijamente hasta lo más profundo de su alma, en ese momento sabe que tiene que jugar, no sabe las reglas, ni en que consiste el juego, ni su final. El hombre misterioso tiene los bolsillos llenos de fichas, de figuras, para iniciar el juego. En cajas, las fichas se derraman por todas partes, hay un número infinito de fichas, que aturden al lobo que acostumbrado a vagar por la estepa, nunca ha tenido que encontrar su camino en el laberinto de los bosques.
          Al final comienza a colocar fichas, que comienzan a moverse por sí mismas, independientemente, que comienzan a interrelacionarse y moverse con voluntad propia, cuanto más las intenta controlar, más independientes y rebeldes se mueven.
          De repente y sin haber podido predecirlo, comienzan a pelearse, a destruirse unas a otras, a intentar dominar el tablero. Todo está fuera de control, cuantas más normas ha intentado introducir en el juego, los resultados han terminado por empeorar. Su impotencia y desesperación, su miedo y sentimiento de fracaso, de no estar capacitado para jugar el juego, le mantienen inmovilizado.
          Una mirada de pavor hacia el viejo o joven, misterioso, hacia el ser que solamente con mirarle, le hace sentirse empequeñecido. No logra saber si es una sonrisa o una mueca de burla, porque no puede verle el rostro y el misterio saca de la manga una mano descarnada, que tira todas las fichas del tablero, que inmediatamente dejan de moverse, quedando a la espera de un nuevo juego. Las infinitas fichas, solamente esperan al jugador, al que se atreva a jugar con las reglas del juego. No están escritas y no hay reglas, solamente las fichas tienen que tener la misma libertad que el jugador.
          Unas cuantas fichas son puestas en el tablero, estas comienzan a moverse en un nuevo juego, la partida durará mientras el jugador pueda aceptar la libertad de las fichas. Pero el juego y sus resultados dependerán, de la libertad que cada una de las fichas sea capaz de aceptar de las demás.
          El número de fichas que pueden intervenir en el juego es infinito, la libertad de cada ficha es absoluta, no hay más que esa regla. Su cumplimiento es obligatorio, pero la libertad de las fichas les permite no tener que seguirla, por eso es la única regla, que siendo “Libertad Absoluta”, no puede, sino permitirte no cumplirla.

          El juego solamente tiene un objetivo, una meta, un resultado: “No hay jugador, ni fichas, ni habitación, ni puerta, ni callejón, ni fuera, ni dentro, solamente el Ser Misterioso, llamado Libertad.


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