En una gran
ciudad llegó un día la enfermedad y al no poder cuidar de sus campos, también
le acompañó el hambre.
Había un gran
sabio, que viendo las calamidades de los ciudadanos y sintiéndose apesadumbrado
por tanta desdicha, salió una noche y escribió en cada porche de las casas de
la ciudad, “Hospital”, pero la enfermedad no disminuyó, aquejando a todos los
ciudadanos.
Le dio a cada
uno de los ciudadanos un título de médico, escribió en cada casa que estaba
prohibida la entrada a la enfermedad y las calamidades, practicó conjuros, escribió
en la frente de cada ciudadano: “Estoy sano”, pero ni la enfermedad desaparecía,
ni el hambre se mitigaba.
Finalmente reunió
a todos en la plaza y les habló: “Llevamos mucho tiempo con nuestras almas y
espíritus enfermos, atormentados por el hambre de convivir en paz encontrando
la humanidad en nuestros corazones, para ello hemos:
Destruido cuanto
no amábamos, retenido lo que nos era agradable o amábamos.
Prohibimos tener:
envidia, cólera, odio, indiferencia y decretamos por ley, que solamente la
convivencia en paz estaba permitida.
Creamos un
Dios y una Religión, basados en el Amor, para que solamente la felicidad
pudiese existir en nuestras vidas.
Para que
hubiese justicia, igualdad, honestidad, honradez y respeto, creamos
cuantas leyes consideramos necesarias.
Decretamos un
derecho por el cual todos viviríamos dignamente, compartiendo en igualdad
cuanto la Tierra nos ofrecía.
Inexplicablemente,
nuestras almas han enfermado, Dios se ha muerto, y nuestros Espíritus han huido
y no los encontramos.
De manera que
me retiraré a un monte, para pensar y escribir nuevas normas de convivencia,
para encontrar la salud de nuestras almas”.
Creamos: proyectos
de hospitales, pensamientos maravillosos, damos títulos de todo lo necesario
para encontrar la salud y la felicidad, hemos construido edificios para
hospitales, incluso hemos llevado personas tituladas, pero no ha sido
suficiente para vivir con salud, para encontrar la felicidad.
Tenemos armas
más que suficientes para imponer la paz, policías y medios para vigilar a todos
para que no hagan nada incorrecto, escrito libros para encontrar el amor y la
felicidad sin posibilidad de equivocarnos.
Pero usamos
los hospitales para muertes dignas, para abortar, en aras de la felicidad al
evitar el sufrimiento.
Hemos olvidado
que somos los únicos que usamos palabras para definir las cosas, perdidos en la
verborrea hemos aceptado las palabras por la realidad, no se puede curar a
nadie en un proyecto, ni tan siquiera en un edificio que se llame hospital,
porque el Hospital no es el proyecto, ni el edificio, ni incluso las personas
que trabajan en él. Hospital es el lugar donde aprendemos a convivir con la
enfermedad, donde estamos sanos por nuestra aceptación, al sanar nuestras almas.
No es el lugar donde reparamos un cuerpo, sino el lugar donde encontramos la
Salud.
La Paz, Dios,
Justicia, Vida, Amor, todo cuanto buscamos y queremos encontrar, no podemos
hacerlo en las palabras, porque son sólo palabras. Nada de ello existe si no
existe en cada uno de nosotros, en cada uno de nuestros corazones.
Solamente cuando
están vivas en nosotros, dejan de ser palabras. Si enferman o tenemos hambre de
ellas es, porque son “sólo palabras”.
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