Lo mejor
de los conceptos, es que cuando algo está en ellos, permanece en el tiempo y el
cambio, actual casi en la Eternidad. Poco podría añadir a nuestra actualidad,
al hoy, lo podría escribir totalmente diferente, pero con nada nuevo a este
intento de querer cambiar, continuando lo mismo. Esto es un escrito publicado anteriormente
también, en 2015
Lo más
extraño es que el cambio al menos para el budismo es una de sus afirmaciones más
conocidas: “Todo es impermanente, en continúo y eterno cambio”.
El nacimiento, la vejez y la muerte, nos confirman que el
cambio, no puede detenerse. Incluso tras la muerte, los restos de lo que muere
siguen cambiando, fruto de su impermanencia.
La ciencia
nos dice que la propia vida es: “Energía en movimiento”.
El miedo a
lo desconocido, a lo que no sabemos, ¿qué vendrá?, el lapidario: “Virgencita, que me
quede como estoy”. Nos indican, que más
fuerte que nuestra insatisfacción con lo que somos, es la desconfianza en:
nosotros, nuestras fuerzas, nuestro espíritu, nuestra capacidad para resolver
las situaciones, sobre todo nuestra falta de amor hacia lo que somos. Confiamos que alguien nos tiene que llevar al punto
donde queremos ir, que son los demás los que tienen que lograr nuestras metas y
concedernos permiso, o ayudarnos a llegar.
Cómo
explicarnos, la situación de una persona, que independientemente de si conoce
las enseñanzas budistas sobre el cambio o impermanencia, sabe del cambio del
entorno, simplemente mirándose en el espejo o alrededor de sí, percibe que todo
cambia continuamente.
Obviamente,
los trenes no pueden viajar a la misma velocidad, tampoco en la misma
dirección, lo que da el resultado de que sentados en nuestro asiento, en cada
momento nos estamos acercando a unos trenes y alejándonos de otros.
Podemos
seguir aferrándonos a lo que somos, podríamos incluso hacer un tren larguísimo,
que nos permitiese caminar a la misma velocidad del tren, pero en dirección
opuesta, toda nuestra vida. Algo que es fácil, cuando solamente se trata de un
tren mental. Hemos conseguido finalmente, la posibilidad de poder ver exactamente
lo mismo, a lo largo de nuestra vida, a través de la ventana de nuestro tren.
Hemos conseguido nuestra meta, hemos parado, suspendido el tiempo,
continuaremos siendo y viviendo en una vida en la que no tenemos que cambiar.
Obviamente no hemos parado la Vida, simplemente hemos
dejado de vivir.
No hemos
detenido el cambio, simplemente tenemos los ojos, los oídos, los sentidos
cerrados.
El bosque
que había en nuestra ventana, la imagen grabada en nuestra alma ha sido talada.
Los mismos: Edificios, calles algunos árboles, coches y fábricas, es la foto
fija que se ve toda nuestra vida, a través de la ventana del tren.
Hemos
tenido una vida, en la que no hemos tenido que hacer esfuerzos, los grandes
problemas difícilmente los habremos evitado, aún sin percibirlos, muchas
personas con todo tipo de personalidades se han acercado y alejado de nuestra
vida, nuestro tren ha pasado por lugares: buenos y malos, bonitos y feos, de
gran belleza. Desafortunadamente, hemos intentado parar el tiempo, el cambio,
hemos deseado lo permanente, lo seguro, lo conocido. Pero simplemente hemos
cerrado nuestros sentidos y parado nuestra vida, lo que solamente se consigue,
“No viviendo”.
Solamente
hay una posibilidad en budismo de parar el cambio, la impermanencia, es vivir,
vivir, vivir, ….. hasta ser Vida. “Solamente lo permanente es real”,
dice Buda, la Vida solamente existe, en el Aquí y Ahora del presente, en el
Aquí y Ahora de la Eternidad, en el Aquí y Ahora en el que existe la Vida.
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