No pretendo molestaros

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Yui Shin

sábado, 23 de septiembre de 2017

RECUERDOS Y DIVAGACIONES

          Van pasando los años, a veces de ese tiempo perdido en el recuerdo vienen las rememoraciones, las escenas de un pasado perdido en el tiempo de mi presente.
          Deambulando por Japón, llevado por mi búsqueda y las casualidades llegué una mañana temprano, a un templo en el que me recibió un monje anciano, todavía en la joven madurez.
          Así comenzó mi relación con el que un día llamaría mi Maestro, aún en estos días en los que han pasado los años, ignoro si para Él he llegado a ser discípulo. Pues al igual que un jardín puede tener un jardinero, no por ello el jardinero tiene que tener un jardín necesariamente. ¿Qué mayor jardín que la Naturaleza, que crece sin jardinero?.
          En los días, meses y años pasados con Él, no recuerdo ni una sola vez que me preguntase por mis creencias, ni tan siquiera para mi ordenación fui preguntado por ellas. A veces me he preguntado el por qué nunca me preguntó si era budista o cristiano, por qué fui ordenado monje de Buda, si no sabían si era o no budista.
          Lo normal era pensar que tendría sus razones, sus pretensiones, que algo buscaría. Así que pasado el tiempo y sabiendo que muchas veces lo que buscan es tu dinero, le pregunté directamente: ¿Qué hay acerca del dinero?, a lo que me contestó también directamente: ¿Cuánto necesitas? Aclarado qué es lo que buscábamos cada uno, pudimos dedicarnos a ver la clase de jardín que era.
          También he hablado con un amigo, el que quizás me metió estos líos en la cabeza, el que me llevó a la posibilidad de encontrar a mi Maestro. Viajamos juntos desde España a Nueva Zelanda, hablando de muchas cosas y formas de ver esto de la vida espiritual. Es quizás, con la persona que más argumentaciones he tenido, hemos hablado de montones de escuelas y conceptos que oía por primera vez cuando él me las nombraba. Algo, que nunca me impidió argumentar duramente con él desde el primer momento. Me habló de: “Los éteres cósmicos, su relación con nuestra evolución, sus cambios que promueven y son realizados por nuestra evolución, del desarrollo del conocimiento y los aportes que este recibía en su paso por diferentes países. Del velo que cubría la Tierra debido a nuestra ignorancia y cómo fue desgarrado por el sacrificio Crístico, para que de nuevo entrase la Sabiduría de los Maestros Guías. De los cambios en nuestros átomos, energías y de los éteres al elevar nuestro nivel de chacras. De los niveles de evolución, cómo se va cambiando incluso en lo físico conforme vamos ascendiendo. Las explicaciones de mundos y conceptos que están por encima de mi entendimiento, de los Maestros de la Gnosis, los transmisores del Conocimiento, de encender la chispa Divina que está en nosotros y que tiene que iniciarse por medio de un Gran Maestro”.
          Hay tantas y tantas formas de explicar nuestra relación con la Vida, con Dios, que me perdí hace años en las argumentaciones, con personas que me han enseñado, quizás no lo que me enseñaban, pero sí lo que he aprendido de ellas. Soy por ello una flor solitaria, que ningún jardinero puede cuidar, que crece salvaje, solamente cuidada por mi Maestro, que nunca me regó porque su amor llovía sobre mí, que nunca me abonó creciendo en su corazón, que nunca me cuidó, ni arregló, porque por no cambiarme ni tan siquiera me preguntó qué clase de flor era.
          De su Silencio, de su no-hacer, he visto que soy Buda, que lo único que me separa de serlo es mi visión dualista. No importa si soy originario de esta constelación o provengo de otra, soy Manifestación de la Vida. No importa en que nivel me encuentre, porque en cualquier nivel, incluso en el último no habría trascendido la dualidad. No importa la clase de mis éteres, el nivel de la energía que me esté formando, ni si enciendo o no esa chispa Divina, porque independientemente de lo que piensen los demás, lo que piense yo mismo: “Ahora en este mismo momento, este mismo lugar, lleno de ignorancia y dualidad, soy Buda, soy Vida, soy Amor, soy la manifestación de Todo en mi individualidad. El esfuerzo el trabajo no es por lo que soy, sino para manifestarlo, trascendiendo la visión dual que yo he creado”.
          El Maestro sabe que soy una flor, pero solamente la flor puede ser jardín. Él no tiene duda de lo que soy, pero es mi trabajo, mi responsabilidad, serlo, manifestarlo y                                                                                         vivirlo y expresarlo como Jardín.


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