Hemos recibido la Gracia, desde el
primer instante de nuestra manifestación.
Recibimos la forma, que permitía a
Dios relacionarse y sentir Su Vida. Nosotros recibimos la Gracia de la
Felicidad Infinita, de manifestar la Vida que no podía hacerlo y ser la
Manifestación que Dios no podía tener, naciendo en un Paraíso, donde teníamos y
éramos suficiente en todo.
Pero nos olvidamos de lo que éramos y
perdimos la Gracia, siendo expulsados por nosotros mismos al Edén, donde una
vez más perdimos la Gracia, creando en Él una Tierra a la que tirar nuestras
frustraciones, a la que culpar por nuestros errores.
No perdimos la Misericordia de Dios,
que compasivo nos permitió ser reyes de nuestro hogar, de nuestra familia, de
nuestro pueblo. Lo que nos permitió crear los reinos donde gobernar a los
demás.
Leemos y nos recuerda constantemente,
lo que sucede a quien usa incorrectamente la Gracia de la Vida, quien cree que
tener buena suerte, salud, riqueza, felicidad, le permite ser quien puede
asentarse en el poder y pedir a los demás que trabajen para que su suerte no
cambie, que satisfagan todos sus deseos.
Hijos amados de Dios, como Salomón,
como David, ciudades amadas como Sodoma y Gomorra, Profetas, y cuantos
recibiendo la Gracia la usaron en beneficio propio, la perdieron o vieron
sufrir a quienes amaban.
La Gracia del Poder, pasaba de padres
a hijos, preferentemente al hijo más amado. Pero la lucha entre los que
deseaban el Poder y los que creían que si conseguían el poder, obtendrían la
Gracia, les llevaba a asesinarse entre ellos, para al final, conseguido el
poder, exigir al pueblo que cumpliesen sus deseos o serían castigados.
Durante siglos, el ansia de poder,
ocupar el Poder, era solamente sinónimo de ambición y de querer usar a los
demás para conseguir satisfacer sus deseos y ambición.
Todo era propiedad de Poder. El Poder
decidía lo que tenían que hacer y pensar, siendo el dueño de sus almas.
Cualquier siervo, que pretendiese usar
su Dignidad, era represaliado, condenado a muerte, cárcel o galeras.
Era el Poder, dueño de la Ley y la Justicia,
al privar de Dignidad al pueblo, que sólo sabía y debía cumplir. Con lo que el
Poder decidía y dictaba.
En esos tiempos el Poder se componía
de nobles, poderosos, grandes comerciantes, riquezas y el rey que se mantenía,
nadando entre todos ellos, y satisfaciendo sus deseos y ambiciones,
consiguiendo las suyas al mismo tiempo.
La Ley y la Justicia, era lo que ellos
decidían. Los Jueces firmaban lo que les era dicho o escrito.
Pero la complejidad social, llevó a
los ambiciosos de poder, a inventar la zanahoria. Hablaron al pueblo de
Democracia, probablemente porque el pueblo debería seguir dándole las gracias
al poder, respetando las leyes que se dictaran y obedeciendo los deseos y
órdenes del Poder.
Se crearon los Grupos Políticos, que
eran como los nobles, y sería el pueblo quien elegiría al rey.
Una vez nombrado el rey, este elegiría
a su hijo querido como heredero y si los nobles no se rebelaban y decidían
poner a otro, sería propuesto al pueblo para que lo eligiesen a él o a otro
noble propuesto por otro grupo.
Se separaron los poderes, para que el
abuso de los nobles no fuese absoluto, se decidió darle ese poder a los Jueces,
que siendo quienes tienen la función y la responsabilidad de defender y
proteger la Justicia, se presupone que tienen Dignidad. Es el mismo error de
Dios con David y Salomón, y con otros que le hicieron llorar arrepentido.
El otro día en el Juzgado de Paz, me
decían que los Jueces se rigen por la Ley, que no pueden salirse de ella.
Cuando la Ley y su interpretación tiene que ser corregida por el Supremo o el
Constitucional, porque a veces se cometen Injusticias en su nombre e
interpretación.
La Gracia, tiene que sustentarse en:
Verdad, Dignidad y Justicia, que no son nombres de algo concreto y exacto, sino
que son dependientes de circunstancias, la forma de convivencia, el nivel
humano alcanzado y muchas cosas que hacen necesario que un Juez, sea algo más
que un servidor del poder, un sicario o alguien que sólo ha memorizado la letra
de la Ley.
Hemos recibido una Gracia, en la que
podemos ser los creadores de nuestra Humanidad, donde la Verdad sea aceptada en
todas sus manifestaciones, por vivir con Dignidad cada uno, porque el resultado
de ciudadanos así es la Justicia.
Nacimos en el Paraíso, donde la Gracia
era el Amor, Paraíso al que retornaremos cuando creemos nuestra Humanidad.