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Yui Shin

martes, 28 de febrero de 2023

EL APEGO

 PARÁBOLA 005: EL APEGO (MONJE/JOVENCITA)

La siguiente historia forma la base de un conocido koan.

“Había una vez una devota anciana que construyó un lugar de retiro para un joven monje donde no le faltaba de nada, para sólo concentrarse en meditación y práctica. Tras veinte años, instruyó a su hija: ‘Hoy, tras servirle su comida, abrázale estrechamente, insinuándote. Y déjame saber su respuesta. La hija hizo lo que se le había dicho. Abrazó y se insinuó al monje, a lo que este respondió: rechazando a la joven, recordándole sus votos de abstinencia de relaciones y sexual. La joven le transmitió la reacción a su madre, que dijo tristemente: “Realmente he perdido el tiempo y el esfuerzo durante los últimos veinte años. ¡Sin saber que estaba manteniendo a un mortal corriente!”. Habiendo dicho esto, salió, desalojó al monje, encendió un fuego y quemó la cabaña de meditación entera.

Se dice que la anciana era una santa disfrazada. El monje aunque no se conmovió por el deseo sexual, se veía puro y apegado a los aspectos vacíos y quietos del samadhi. De ese modo, no había alcanzado el verdadero y completo Despertar.”

Maestro Tam: 147

           Cualquier religión y cualquier persona que rechace la tentación siguiendo sus enseñanzas, será ensalzada. Es poco entendible, que por cumplir con las enseñanzas de Buda y cumplir con los preceptos que había prometido, respetando a la muchacha y rechazando el deseo sexual, su patrona le expulsase y le quemase la cabaña que durante veinte años fue su hogar.

          Es por ello que el Zen, pocas veces es entendible desde un razonamiento social, menos aún cuando es mirado desde el razonamiento de una mente occidental, que todavía ve sólo las enseñanzas de filósofos o Maestros que transmiten las palabras de Dios, tal como alguien las relató.

          Desde las Leyes y las costumbres sociales, el monje actuó correctamente. Respetando la honorabilidad de la joven y cumpliendo con el precepto que había prometido cumplir de no tener relaciones sexuales. Algo común en las religiones monoteístas.

          Pero la anciana, no seguía una religión, ni siquiera la budista. Ella era discípula de un viejo Maestro Zen, que vivía en la montaña. Había acogido a un monje joven, del que creía que valía la pena: cuidarle, alimentarle, darle alojamiento, y cuanto necesitase, para que dedicase todo el tiempo para meditar y practicar el Dharma.

          Cuando tras veinte años, de meditación y práctica, una joven que le había cuidado, llevado la comida, limpiado su cabaña. Que durante veinte años, nunca le había molestado o distraído, le muestra su necesidad, lo único en lo que pensó el monje fue en proteger su virtud.

          El Zen no dice, que tuviese que excitarse, tener relaciones sexuales y satisfacer la necesidad o deseo de la joven. Pero sí que cumpliese con el mínimo de empatía y compasión, que un aprendiz de Bodhisattva debe tener con los demás.

          Preguntar a la joven, el porqué de su cambio. Mirar y tratar de conocer los problemas o necesidades que tenía la joven. Saber las razones de su actitud y tratar de ayudarla, mostraría la gratitud de todo lo recibido durante veinte años de esa madre e hija.

          Y es que una vida en la que sólo pensamos en nuestros deseos y necesidades, sin pensar o que nos interese la necesidad de ese Universo, esa Tierra esas personas, que han hecho posible nuestro vivir, a veces nos puede llevar a que sea quemada la casa y dejen de alimentarnos, cuidarnos y dejarnos nuestro tiempo para cumplir con nuestra Responsabilidad únicamente.

          El apego puede ser sutil y apenas perceptible, porque creemos rechazarlo, cuando cumplimos con las costumbres y la letra de los preceptos o leyes.



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