Nos hemos
adaptado tanto a vivir en la discriminación, a rechazar lo negativo, lo que no nos
gusta, lo que no tiene valor para nosotros, lo que no es atractivo.
Vivimos tanto
en lo que nos han enseñado, que hemos olvidado aprender, escuchar al Maestro viendo
la Vida que nos rodea, al no poder observarnos nosotros mismos.
Aceptamos como
bueno lo que nos han dicho que lo es, desde muchos aspectos, desde nuestra
ambición y egoísmo, desde nuestro miedo a no ser alineados en el grupo, desde
nuestra irresponsabilidad al dejar que los demás, digan cómo debemos ser y cómo
vivir, lo que es bueno o malo, lo que está bien o mal, lo que debemos proteger
y lo que debemos destruir. En general hemos olvidado seguir al Tao, seguir a la
Vida, seguir a nuestro Ser, en la única manera que puede ser realizado: Siendo.
Rechazamos la
muerte, lo putrefacto, la mierda, tratamos de desecharlos de nuestras vidas,
destruirlos, erradicarlos, sin darnos cuenta que dependemos de ellas para vivir.
Cuando el
Buda eligió la flor de loto como asiento, como lugar donde posar su realidad,
era consciente de lo que estaba rodeado, de lo que estaba siendo alimentado, lo
que hacía que floreciera su Dharma la flor de Mahakasyapa.
Una base de
detritus, de plantas muertas, de la belleza perdida de una vida que vivía en la
muerte; mezclada con polvo, que consigue que el Espíritu se manifieste en
materia; agua, donde el mundo emocional se muestra con toda sinceridad, donde
se admiten todas las emociones, donde no se puede tocar porque todo se diluye
en la suciedad de las aguas.
Aquí es donde
nace, donde crece, donde se alimenta la flor que permitirá que Buda pueda
sentarse a predicar su Dharma. Creciendo inmaculada, impoluta, sin ser tocada,
manchada, ensuciada o adulterada por la muerte, las infinitas emociones o la
porquería el polvo origen de la materia.
Si miramos
los ricos valles, donde crecen nuestros alimentos, donde son alimentados por la
putrefacción de cuantas plantas y hojas mueren en las montañas que los bordean,
por los excrementos, la mierda de cuantos animales se alimentan en toda la
zona, y la mierda y desechos de las personas que viven y se mueven por él.
Vemos un
Universo que hace galaxias con polvo cósmico, ríos que mueven las aguas de nubes
muertas, mares que se llenan de ríos que desaparecen en ellos, flores que
crecen con su mayor hermosura donde más mierda hay. Vemos pantanos donde el
hedor es de muerte, llenos de plantas llenas de vida.
Pero rechazamos
la suciedad, la muerte, lo feo, lo que nos parece que está muerto. Escribimos frases
sobre la belleza, sobre lo bonito, sobre una vida que no conseguimos crear, sin
darnos cuenta que fracasamos en el comienzo, al rechazar lo que puede alimentar
lo que deseamos. Ninguna planta crece si no hay abono, si no tiene el alimento
suficiente, y el abono se hace de lo muerto, de la mierda, de lo que no
deseamos.
Hemos enterrado
en nuestras ciudades, fuera de nuestra vista, todo aquello que nos parece
sucio, maloliente, o rechazable por nuestra sensibilidad, pero al no
observarlo, al no tener noción de su existencia hemos perdido la capacidad de
aprender de ello, hemos destruido la posibilidad de comprender su función en
nuestras vidas.
Muchas veces
decimos que nuestra propia vida es una mierda, algo que probablemente desde el
principio de los tiempos ha sido conocido. Pero ellos sabían que era el abono,
el alimento de la civilización, de la humanidad, de aprender a crear la vida,
que solamente puede nacer desde la muerte.
Sabían que lo
que naciese de ello, era su responsabilidad, su esfuerzo, su creación, y
crearon el conocimiento de nuestra relación Universal en forma de conceptos.
Nosotros hemos rechazado cuanto hiere
nuestra sensibilidad, lo sucio, lo que creemos malo; hemos creado dioses
responsables de lo que hacemos, tenemos pastores que dirigen nuestras vidas, hemos
creados leyes para saber cómo vivir, hemos decidido lo que debe haber y lo que
tiene que desaparecer de nuestras vidas.
Solamente donde hay una gran mierda,
donde se vive emocionalmente en la entrega, donde la muerte de plantas,
animales y minerales, confluyen, las plantas dan hermosas flores y buenos
frutos.
No es en el rechazo donde florece la
flor, sino en la aceptación, en el esfuerzo, en el Amor. Porque no es lo bello
lo que se transforma en belleza con nuestro esfuerzo, sino aquello a lo que nos
hemos dedicado a construir con amor, desde su opuesto.
Si no aceptamos vivir una vida de
mierda, no podremos contemplar la flor que podemos crear.
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