No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 22 de diciembre de 2016

SIENDO LOS OTROS


        En nuestras reclamaciones sociales, en el fondo de nuestras quejas a Dios, está la incomprensión del por qué: “Los gobiernos, los poderosos, los que tienen dinero, los líderes”, no se muestran con más valores, con más dignidad, de forma más elevada, en definitiva con humanidad, como si fueran humanos.
          Los hijos, reclamamos de nuestros padres que nos enseñen principios, pero desde el ejemplo. Los ciudadanos que los dirigentes y los estamentos creados para ello, nos permitan convivir y creen una sociedad pacífica, que no viva para la ambición, promulgando leyes que nos obliguen a ello, que nos den ejemplo no organizando guerras y teniendo los mayores presupuestos para la fabricación de armas y ejércitos.
          Podríamos repasar todo lo que deseamos para vivir en una vida justa, armoniosa y en paz. O mirar lo que deseamos en cuanto a convivencia en una sociedad de amor, humanizada e igualitaria. Veríamos que la mayoría por no decir casi la totalidad de los deseos son: “Para ser realizados por los demás”.
          Nuestras excusas son diversas para: la familia, los amigos, el trabajo, la vecindad, la sociedad, los países, la humanidad, las religiones, no importa quién es el responsable o como solemos decir: el culpable, pero siempre alguien que no sea “yo”.
          En nuestras creencias, son los dioses o sus emisarios, los que nos explican sus palabras, pues es demasiado exigir que seamos nosotros los que las entendamos, eso podría llevarnos a ser los responsables de nuestros actos.
          Hemos creado una sociedad, en la que lo importante es evadirse de la responsabilidad, queremos estar siempre en una posición en la que no haciendo nada, reclamando nuestros derechos y deseos, podamos hacer responsable a: Dios, la Humanidad, al Espíritu, a que no somos todavía el Ser, que somos simplemente gente fácilmente manipulable, en lo demás son los estamentos sociales o los que ejercen la responsabilidad del poder, los que son elegidos para la culpabilidad de nuestra vida, de que sea como es y no siendo suficiente: también de cómo somos.
          Hablamos de un Ser que tenemos que alcanzar, de una humanidad que tenemos que alcanzar, de un Espíritu que reside en nosotros pero no podemos percibir, de metas difícilmente alcanzables, debido a que todavía estamos lejos de encontrar el Amor, a Dios, a la Humanidad.
          Nos aferramos a lo que hemos escrito de los dioses, de las explicaciones que hemos escrito acerca de su Naturaleza, los juzgamos a ellos y a los que han venido a explicar sus descubrimientos, sus experiencias, desde lo que alguien nos ha dicho, de lo que alguien ha escrito, de lo que se dice, recordando que incluso en nuestro nivel, si es que se puede decir que estemos en un nivel donde hay algo de responsabilidad “mía”, no se puede juzgar a los demás por murmuraciones o lo que alguien diga, sino por lo que podamos comprobar.
          Es algo que debemos llevar al mundo espiritual, comprobar y llegar a la comprensión de las enseñanzas, por nosotros mismos. No vivir y juzgar, a Buda, Jesús, Mahoma, Dios, por lo que nos han contado, sino por la capacidad de darles vida en nosotros, por nuestra propia experiencia, por el conocimiento del que podamos ser los responsables de nuestra opinión.
          El Ser, siempre es el resultado de lo que somos. El Ser no existe para ser alcanzado, sino para ser creado. El Ser lejano e inalcanzable, es lo que estamos creando Aquí y Ahora con lo que estamos siendo, único lugar que no podemos alcanzar, si no es regresando de nuevo al origen, de donde nunca hemos partido.
          Las Enseñanzas son un alimento, no importa quién las plantó o cultivó, ni su precio, ni su calidad, lo único que es nuestra responsabilidad es el aprovechamiento y uso de lo que nosotros hemos comido.


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