No pretendo molestaros

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Yui Shin

martes, 30 de abril de 2024

YO, DIOS

          Hubo un tiempo, en el que mi madre y yo, fuimos un todo. Ella sí me percibía a mí, pero yo era Uno con mi madre.

          Pasado un tiempo, nos separamos y fuimos dos, y me dieron un nombre para diferenciarme de mis hermanos, de mi padre y del resto de lo que convivía con nosotros.

          Obviamente si yo viviese solo, no necesitaría un nombre y si fuese todo cuanto existe, ni tan siquiera sabría que existo o quién o qué soy, pues no tendría que diferenciarme, con o de nada.

          Nosotros creemos en un Absoluto, al que damos nombre, para diferenciarlo de lo que no lo es. Filosóficamente le llamamos Uno o el Ser, que obviamente no tiene principio ni un final, por lo que consideramos que es Eterno.

          Yo como digo, era uno con mi madre, pero no habría podido nacer sin un padre. Obviamente en esos momentos, una vez creado me era innecesario, pero tuvo que fecundar una semilla de mi madre para que yo naciese.

          Hemos creado a un Uno y un Dios, que son Padre y Madre en uno, que además no habiendo nada externo, o algo con lo que crear el Universo, sólo pudo hacerlo de Sí mismo o mentalmente, algo que sería imposible, pues la energía mental, probablemente fuese innecesaria y por tanto no hubiese nacido todavía.

          Ser algo, implica que sólo podemos conocernos o percibirnos por comparación con otras individualidades o de unas partes por otras.

          Ha sido y será el misterio de ese Uno, que siendo Absoluto recibió un nombre: Uno. Algo innecesario y probablemente que nunca pudo suceder. En toda mi vida, casi nunca he necesitado llamarme por mi nombre, para saber con quién estoy hablando.

          Siendo todo, no tendría deseos, ni tan siquiera habría algo que pudiese hacerme sentir que me falta algo. Ser Todo, implica que difícilmente tendríamos una situación que nos exigiese pensar, o que algo o alguien, nos interpelase o hiciese cuestionarnos algo.

          Pero estamos aquí, y nuestras dudas son las que han creado un cerebro pensante, una mente que necesita un alojamiento donde existir, que es mayor que el cerebro y no es propiedad nuestra, sino de todas nuestras individualidades.

          Un Todo, en el que no existiese nada más, que fuese Absoluto, no necesitaría el tiempo, la Impermanencia, luz u oscuridad, ni tendría que crear la Dualidad, pues no tendría que saber que tiene dos mitades, Él siempre sería Nada, Vacío, a pesar de llenarlo, pues no se percibiría a Sí mismo. Sólo podría Ser, sin poder saber o conocer qué.

          Podría ser el Universo que contemplamos, los Infinitos Universos que existiesen, y sin embargo, no sabría que existe el Universo, las Constelaciones o cualquiera de sus individualidades o partes, simplemente por Ser Todo.

          Parece que es algo que podría poner en duda a ese Dios, que siendo Todo, siendo Absoluto, como lo hemos definido nosotros, nos permita existir en este caos que hemos creado, por olvidar que ser todo, es ser uno con cuanto nos rodea, es simplemente amar a cuanto nos permite existir y saber que existimos.

          Hemos creado un Dios de receta de cocina, que no puede alimentarnos, que no puede hacernos sentir satisfechos y felices, que nos lleva al hambre, la insatisfacción, al deseo y la ambición, porque no permitimos que viva, no en receta, sino como alimento nuestro y de la Humanidad.



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