No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 15 de octubre de 2020

LA IDIOSINCRASIA DEL TODO

           Desde nuestro origen hemos padecido la dependencia de todo cuanto nos rodea, para que nuestro vivir sea el que es. Cuando aceptamos la interdependencia, de todas las individualidades, comenzamos no sólo a conocer cómo y el porqué de esta relación e interdependencia, sino que buscamos, si las agrupaciones de individualidades eran una ley constante en el Universo, y finalmente todo cuanto existe estaría integrado en un Todo.

          Vimos que una cabeza, unas manos, unos pies y el resto de individualidades, nos permitían disfrutar de manifestarnos en un cuerpo, en una mente, en unos sentimientos, porque difícilmente podríamos hacer que la mente o los sentimientos, se manifestasen sin un cuerpo.

          Nosotros éramos todas esas partes o individualidades, formando algo a lo que llamamos yo.

          Cuando nos referimos a ciertos grupos, los llamamos familia, amigos, ciudadanos, tribu o por otros nombres según la actividad y el porqué de la formación de esa individualidad en la que nos integramos, esa individualidad es: “Toda la familia, todos los amigos, toda la tribu, …”, o lo que podríamos llamar un todo.

          Cuando tenemos un coche, por ejemplo, es un montón de piezas, que están formadas de montones de átomos metálicos, de agua, de plástico, o de lo que estén hechas las piezas.

          Incluso cuando alguien le da un golpe al coche, decimos que nos han dado un golpe, pero que no nos ha pasado nada, sólo el coche ha sido herido o muerto.

          Ese montón de piezas, forma un todo, que, por sus peculiaridades, sus funciones y características, le damos el nombre de coche.

          Cuando le falta una pieza, se estropea o se pincha una rueda, el Todo no cambia, sique siendo siempre la totalidad de las piezas. Puede que no funcione bien, puede que no funcione, o quizás no podemos usarlo al no tener equilibrio sobre tres ruedas y una pinchada.

          Pero sigue siendo un todo, al que llamamos coche: estropeado, chatarra, o donde vivimos por necesidad. Pero el coche en cuanto a Todo, no es modificado nunca por la falta de piezas o el cambio en sus funciones.

          De igual manera, el TODO, que nosotros encontramos, no es modificado por la desaparición de las constelaciones o algunas estrellas y sus planetas. Incluso si desapareciese el Universo entero, lo que queda sería Todo, incluso si fuese Nada o Vacío.

          Obviamente al ser Nada o Vacío, tampoco existiría el nombre de Todo, quién podría llamarle. Pero lo Eterno, lo Permanente, sería que seguiría siendo Todo.

          Siempre hemos intentado permanecer integrados en todos. Incluso cuando, dimos los nombres de dioses a aquello que nos acompañaba y ayudaba a vivir, o bien nos fortalecía con sus problemas, buscamos agruparlos y ser hijos o representación de aspectos de un Dios Padre o que gobernaba el Olimpo o el lugar donde habitaban los dioses.

          Más tarde comprendimos que las leyes universales que gobiernan nuestro mundo, son las mismas que lo hacen en lo divino, siendo que: “Así es arriba como abajo”.

          Siendo que las diferencias aparentes son abismales, la realidad es que la ley de causa efecto, rige en todos los niveles de existencia.

          Sólo hay una ley que es diferente según se vea la manifestación del Universo.

          Por un lado, cuando las individualidades se perciben separadas, aun rigiendo las leyes universales, nos vemos obligados a crear leyes que permitan que nuestros egos puedan convivir.

          El otro lado, es la no-percepción, que no puede ver o percibir el Universo como Todo, al no ser posible que el Todo se perciba o dé nombre a sí mismo. Que nosotros tras teorizar sobre un Dios Único, que sería Todo, conocemos por ese nombre: Dios, o por el nombre que cada uno piense que es Todo.



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