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Se lo mira y no se lo ve,
está más allá de la forma.
Se lo escucha y no se lo
oye, está más allá del sonido.
Se lo toca y no se lo
siente, es intangible.
Los tres son
indefinibles. Por lo tanto, se confunden en el uno.
Por encima no es
brillante. Por debajo no es oscuro.
Un hilo continuo
innominable que retorna a la nada.
La forma
que no tiene forma, la imagen de lo inefable.
Imperceptible, más allá
de la imaginación.
Ponte al frente de ello y
no hay principio, síguelo y no hay final.
Permaneciendo con el
antiguo Tao, muévete en la realidad presente.
Conocer el
antiguo principio es la esencia del Tao.
“El Tao es
una vasija vacía, y por eso su uso es inagotable. Insondable.”
El Tao, una
palabra tan simple y es como cuando quitamos los muros de una casa, el cristal
de la botella, el tronco del árbol o nuestro cuerpo, queda lo que es el
verdadero ser de las cosas, el lugar que les ha permitido manifestarse, su
parte útil, su eternidad, su Vacío.
Son los
muros, los cuerpos, las formas sólidas, lo que hace diferente la apariencia de
la Vida cuando se manifiesta. Pero lo verdaderamente útil de una casa, de una
cueva, de un palacio, es su interior, el espacio vacío donde colocamos nuestras
creaciones, donde podemos manifestar lo que somos, al ocuparlo con nuevas
formas.