Encontrar la medida a los sentimientos, saber
decir adiós a un amigo a quien la vida separa de nuestro camino, conociendo
cuanto hemos recibido de su estancia a nuestro lado y lo poco que perdemos de
lo que nunca tuvimos. Sentir profundamente que incluso este mismo sentimiento
es intrascendente, y solo el producto o efecto de nuestra mente y hábitos de
vida, ver que nada somos, nada tenemos por tanto y todo cuanto cruza cerca o
arriba en nuestro devenir diario, es algo que es en sí mismo, por cuanto ni es
poseído ni se llega a formar fuera de un mundo consciente y de formas
perecederas. Sabiendo que no hay nada y viviendo, creyendo que lo puede llegar
a haber en un punto lejano de nuestro plano, donde las cosas son vividas sin
llegar a formarse.
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Caminando, tratando de encontrar la flor que
le diera la felicidad, aquella que nunca muere, aquella que crece en un árbol
siempre florido, en el valle al otro lado de las altas montañas. Llegó un día
en el que el sol brillando en lo alto, le dio la bienvenida al valle de los mil
caminos, donde los pájaros cantan al sol y al viento, los grillos, la luna y el
propio viento moviendo los sonidos, incluso el suyo propio, de paz y música
llenan el espacio.
Encontró y recorrió los caminos, se sentó al
pie de los árboles para ver si sus flores morían y tras duro caminar, encontró
su flor, la tomó en las manos, y contempló horrorizado como moría.
Todo en él vibró en una escalofriante shock,
lloró la perdida de todo cuanto para él fue la vida y quiso verla por última
vez, abrió los ojos, para verse rodeado de flores muertas, sol, árboles,
pájaros y música nueva.
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GAIL – SAMUI (24 - III - 80)
You cross my life
You leave and stay
I ask many things
And only, why?, remains
Maybe because you’re you
And I`m I
Together, nor you or I
Only something alive.