Hay una parábola budista, que nos habla de
una anciana que construyó una cabaña para albergar a un monje en su retiro. Durante
años le dio cuanto necesitó, para que solamente se dedicase a buscar la Iluminación
que le permitiese ayudar a los demás y a la anciana a entrar en el Nirvana.
Pasados los años, mandó a una agraciada joven, instruyéndola
en lo que tenía que hacer y decir, al llevarle la cena. Al llevarle la cena, la
agraciada joven, abierto el kimono, enseñando sus jóvenes y turgentes encantos,
le abrazó ofreciendo su juventud e inocencia.
El monje, sorprendido, saltó hacia atrás, recordando sus votos de
castidad, su dedicación a la búsqueda del Camino desde la abstinencia, diciendo
al mismo tiempo: “Ni por un momento dejaré que el deseo me venza, he abandonado
todo deseo en búsqueda de la Iluminación, para poder alcanzar la otra orilla”.
Como le habían indicado, la joven regresó y repitió la respuesta
del monje a la anciana. La anciana fue embargada por la tristeza y el
desencanto: “Realmente he perdido el tiempo y el esfuerzo durante todos estos años”.
He perdido el tiempo, manteniendo todos estos años a un mortal corriente. Diciendo
esto, salió, desalojó al monje, encendió un fuego y quemó la cabaña.